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De: "santiago merino" <vozdeestrellas@telefonica.net>
Título: El Duodecimo Planeta // La magia de la aceptación
Fecha: Mon, 15 Sep 2008 03:18:55
Para: <vozdeestrellas@telefonica.net>
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EL DUOD?CIMO PLANETA

Secharia Sitchin

La idea de que la Tierra pudiera haber sido visitada por seres inteligentes de alg?n otro lugar postula la existencia de otro cuerpo celeste sobre el cual estos seres inteligentes hubieran establecido una civilizaci?n m?s avanzada que la nuestra.


Las especulaciones con respecto a la posibilidad de que la Tierra fuera visitada por seres inteligentes de otro planeta se ha centrado hasta ahora en nuestros vecinos Marte o Venus como lugar de origen de estos seres. Sin embargo, ahora que ya se est? dando por cierto que ninguno de estos planetas ha tenido vida inteligente, ni mucho menos una civilizaci?n avanzada, aquellos que creen en tales visitas a la Tierra est?n contemplando la posibilidad de otras galaxias u otras estrellas distantes como hogar de estos astronautas extraterrestres.


La ventaja de estas propuestas es que, aunque no se pueden demostrar, tampoco se pueden refutar. La desventaja estriba en que los ?hogares? que sugieren est?n fant?sticamente distantes de la Tierra, y requerir?an un viaje de much?simos a?os a la velocidad de la luz. Los autores de tales propuestas postulan, por tanto, la posibilidad de que hubieran hecho un viaje s?lo de ida a la Tierra: un equipo de astronautas en una misi?n sin retorno, o, quiz?s, en una nave espacial perdida y sin control con la que hicieran un aterrizaje forzoso en la Tierra.


Pero ?sta no es, precisamente, la noci?n sumeria de la Morada Celeste de los Dioses.


Los sumerios aceptaban la existencia de tal ?Morada Celeste?, de un ?lugar puro?, de una ?morada primigenia?. Mientras que Enlil, Enki y Ninhursag iban a la Tierra y hac?an su hogar en ella, su padre Anu permanec?a en la Morada Celeste como su soberano. No s?lo hay referencias espor?dicas en diversos textos, sino que tambi?n existen ?listas de dioses? detalladas donde se nombra a veintiuna parejas divinas de la dinast?a, que precedieron a Anu en el trono del ?lugar puro?.


El mismo Anu reinaba en una corte extensa y de gran esplendor. Tal como cont? Gilgamesh (y el Libro de Ezequiel lo confirma), era un lugar con un jard?n artificial tachonado por completo de piedras semipreciosas. All? resid?a Anu con su consorte oficial Antu y seis concubinas, ochenta descendientes (de los cuales catorce eran de Antu), un Primer Ministro, tres Comandantes a cargo de los mu (naves espaciales), dos Comandantes de Armas, dos Grandes Maestres del Conocimiento Escrito, un Ministro de la Bolsa, dos Justicias Jefes, dos ?que impresionan con sonido?, y dos Escribas Jefes con cinco Escribas Asistentes.


Los textos mesopot?micos se refieren con frecuencia a la magnificencia de la morada de Anu y a los dioses y armas que guardaban su puerta. El relato de Adapa nos cuenta que el dios Enki, despu?s de proporcionarle a ?ste un shem,

Le hizo tomar el camino hacia el Cielo,
y al Cielo subi?.
Cuando lleg? al Cielo,
se acerc? a la Puerta de Anu.
Tamuz y Gizzida estaban all? de guardia
en la Puerta de Anu.

Custodiado por las armas divinas SHAR.UR (?cazador real?) y SHAR.GAZ (?asesino real?), el sal?n del trono de Anu era el lugar de la Asamblea de los Dioses. En tales ocasiones, reg?a un estricto protocolo en el orden de entrada y en los asientos:

Enlil entra en el sal?n del trono de Anu,
se sienta en el lugar de la tiara derecha,
a la derecha de Anu.
Ea entra [en el sal?n del trono de Anu],
se sienta en el lugar de la tiara sagrada,
a la izquierda de Anu.

Los Dioses del Cielo y de la Tierra del antiguo Oriente Pr?ximo no s?lo ten?an su origen en los cielos, sino que tambi?n pod?an volver a la Morada Celeste. Anu bajaba a la Tierra espor?dicamente en visitas de estado; Ishtar subi? a ver a Anu, al menos, en dos ocasiones. El centro de Enlil en Nippur estaba equipado con un ?enlace cielo-tierra?. Shamash era el encargado de las ?guilas y el lugar de lanzamiento de las naves espaciales. Gilgamesh fue al Lugar de la Eternidad y volvi? a Uruk; Adapa tambi?n hizo el viaje y volvi? para contarlo; y lo mismo se puede decir del rey b?blico de Tiro.


Varios textos mesopot?micos tratan del Apkallu, un t?rmino aca-dio que proviene del sumerio AB.GAL (?grande que dirige?, o ?maestro que indica el camino?). Gustav Guterbock determin? en un estudio (Die Historische Tradition und Ihre Literarische Gestaltung bei Babylonier und Hethiten) que ?stos eran los ?hombres-p?jaro? representados como las ??guilas? de las que ya hemos hablado. Los textos que hablaban de sus haza?as dec?an de uno de ellos que ?derrib? a Inanna del Cielo, para al templo E-Anna hacerla descender?. ?sta y otras referencias indican que estos Apkallu eran los pilotos de las naves espaciales de los nefilim.


El viaje de ida y vuelta no s?lo era posible sino que, adem?s, es algo que se da por supuesto desde un principio, pues se nos dice que, tras decidir el establecimiento en Sumer de la Puerta de los Dioses (Babili), el l?der de los dioses explic?:

Cuando a la Fuente Originaria
a la asamblea ascend?is,
habr? un sitio de descanso para la noche
para recibiros a todos.
Cuando desde los Cielos
a la asamblea descend?is,
habr? un sitio de descanso por la noche
para recibiros a todos.

Al darse cuenta de que el viaje de ida y vuelta entre la Tierra y la Morada Celeste no s?lo se daba por hecho sino que se practicaba, la gente de Sumer no exili? a sus dioses a galaxias lejanas. La Morada de los Dioses, seg?n revela su legado, estaba dentro de nuestro propio sistema solar.


Ya hemos visto a Shamash con su uniforme oficial como Comandante de las ?guilas. En las mu?ecas, lleva algo parecido a sendos relojes de pulsera sujetos con cierres met?licos. En otras representaciones de las ?guilas se puede observar que todos los importantes 'levaban estos objetos. No sabemos si eran meramente decorativos o si ten?an alg?n prop?sito ?til. Pero todos los estudiosos est?n de acuerdo en que estos objetos representaban una roseta -un racimo circular de ?p?talos? irradiando desde un punto central.

 

La roseta era el s?mbolo decorativo m?s com?n de los templos en todos los pa?ses de la antig?edad, predominante en Mesopotamia, Asia occidental, Anatolia, Chipre, Creta y Grecia. Se acepta en general la idea de que la roseta, como s?mbolo del templo, era la materializaci?n o la estilizaci?n de un fen?meno celeste -un sol circundado por sus sat?lites. El hecho de que los antiguos astronautas llevaran este s?mbolo en las mu?ecas da credibilidad a esta idea.

 

Existe una representaci?n de la Puerta de Anu en la Morada Celeste  que viene a confirmar el conocimiento en la antig?edad de un sistema celeste como el de nuestro Sol y sus planetas. La puerta est? flanqueada por dos ?guilas -indicando con ello que sus servicios son necesarios para llegar a la Morada Celeste. El Globo Alado -el emblema de la suprema divinidad- corona la puerta. Est? flanqueado por los s?mbolos celestes del n?mero siete y el creciente, representando -creemos- a Anu flanqueado por Enlil y Enki.


?D?nde est?n los cuerpos celestes que son representados por estos s?mbolos? ?D?nde est? la Morada Celeste? El antiguo artista responde aun con otra representaci?n, la de una gran deidad que extiende sus rayos a once cuerpos celestes m?s peque?os que le circundan. Es la representaci?n de un Sol, orbitado por once planetas.


No es ?sta una representaci?n aislada, tal como s? puede ver en otros sellos cil?ndricos, como ?ste del Museo de Oriente Pr?ximo de la Antig?edad, en Berl?n.

 

 

Si ampliamos el dios o cuerpo celeste central del sello de Berl?n veremos que retrata a una gran estrella que ernite rayos rodeada por once cuerpos celestes -planetas. Estos, a su vez, descansan sobre una cadena de veinticuatro globos m?s peque?os. ?Es s?lo una casualidad que el n?mero total de ?lunas? o sat?lites de los planetas de nuestro sistema solar (los astr?nomos excluyen los que tienen menos de 16 kil?metros de di?metro) sea, exactamente, de veinticuatro?


As? pues, tenemos un agarradero para afirmar que estas representaciones -del Sol y once planetas- reflejan nuestro sistema solar, pues los estudiosos nos dicen que el sistema planetario del cual la Tierra forma parte est? compuesto por el Sol, la Tierra y la Luna, Mercurio, Venus, Marte, J?piter, Saturno, Urano, Neptuno y Plut?n. En total, tendr?amos el Sol y s?lo diez planetas (si se cuenta a la Luna como un planeta).


Pero esto no es lo que los sumerios dec?an. Los sumerios afirmaban que nuestro sistema estaba compuesto por el Sol y once planetas (contando la Luna), y ten?an firmemente la opini?n deque, adem?s de los planetas que conocemos hoy en d?a, hab?a un duod?cimo miembro del sistema solar: el planeta madre de los nefilim. Le llamaremos el Duod?cimo Planeta.

Antes de comprobar la precisi?n de la informaci?n sumeria, vamos a hacer una revisi?n de la historia de nuestro conocimiento de la Tierra y de los cielos que la circundan.


Hoy sabemos que m?s all? de los planetas gigantes J?piter y Saturno, a distancias insignificantes en t?rminos del universo, pero inmensas en t?rminos humanos, existen dos planetas importantes m?s (Urano y Neptuno) y un tercero m?s peque?o (Plut?n), que pertenecen a nuestro sistema solar. Pero este conocimiento es bastante reciente. Urano fue descubierto, gracias a la utilizaci?n de telescopios perfeccionados, en 1781. Tras observarlo durante cincuenta a?os, algunos astr?nomos llegaron a la conclusi?n de que su ?rbita revelaba la influencia de otro planeta m?s. Guiados por estos c?lculos matem?ticos, el planeta desaparecido -llamado Neptuno- fue localizado por los astr?nomos en 1846. Despu?s, a finales del siglo xix, se hizo evidente que Neptuno tambi?n se ve?a influenciado por otra atracci?n gravitatoria desconocida. ?Acaso hab?a otro planeta en nuestro sistema solar? El desconcierto se resolvi? en 1930, con la observaci?n y localizaci?n de Plut?n.


As? pues, hasta 1780, durante muchos siglos antes, la gente cre?a que hab?a siete miembros en nuestro sistema solar: Sol, Luna, Mercurio, Venus, Marte, J?piter y Saturno. La Tierra no contaba como planeta, porque se pensaba que todos estos cuerpos celestes le daban vueltas a la Tierra -el cuerpo celeste m?s importante creado por Dios, con la creaci?n m?s importante de Dios, el Hombre, sobre ella.


En los libros de texto se dice que fue Nicol?s Cop?rnico el que descubri? que la Tierra es s?lo uno entre varios planetas de un sistema helioc?ntrico (centrado en el Sol). Temiendo la ira de la Iglesia Cat?lica por desafiar la postura de la posici?n central de la Tierra, Cop?rnico public? su estudio (De revolutionibus orbium coelestium) estando ya en el lecho de muerte, en 1543.


Espoleado a reexaminar siglos de viejos conceptos astron?micos, debido, principalmente, a las necesidades de la navegaci?n de la Era de los Descubrimientos, y por los descubrimientos de Col?n (1492), Magallanes (1520) y otros de que la Tierra no era plana sino esf?rica, Cop?rnico se tuvo que basar en c?lculos matem?ticos y en la b?squeda de respuestas en escritos antiguos. Uno de los pocos eclesi?sticos que apoy? a Cop?rnico, el cardenal Schonberg, le escribi? en 1536:

?Me he enterado de que usted no s?lo conoce los fundamentos de las antiguas doctrinas matem?ticas, sino que, adem?s, ha creado una nueva teor?a... seg?n la cual la Tierra est? en movimiento y es el Sol el que ocupa la posici?n fundamental y, por tanto, cardinal?.

Los conceptos que se sosten?an por aquel entonces se basaban en las tradiciones griega y romana de que la Tierra, que era plana, estaba ?abovedada? por los distantes cielos, en los cuales las estrellas estaban fijadas. Contra aquel cielo tachonado de estrellas se mov?an los planetas (de la palabra griega planetas, ?errante?) alrededor de la Tierra. As? pues, hab?a siete cuerpos celestes, de donde tomaron su origen los siete d?as de la semana y sus nombres: el Sol (Sunday), la Luna (Lunes), Marte (Martes), Mercurio (Mi?rcoles), J?piter (Jueves), Venus (Viernes), Saturno (Saturday). (Fig. 90)

 

Estas nociones astron?micas proven?an de las obras y codificaciones de Ptolomeo, un astr?nomo de Alejandr?a, Egipto, del siglo II d.C. Sus tajantes conclusiones eran que ?l Sol, la Luna y tos cinco planetas se mov?an en c?rculos alrededor de la Tierra. La astronom?a ptolemaica imper? durante m?s de 1300 a?os, hasta que Cop?rnico puso al Sol en el centro.


Mientras que algunos hablan de Cop?rnico como del ?Padre de la Astronom?a Moderna?, otros lo ven m?s como a un investigador y reconstructor de antiguas ideas. Lo cierto es que estudi? concienzudamente los escritos de los astr?nomos griegos que precedieron a Ptolomeo, como Hiparco y Aristarco de Samos. ?ste ?ltimo suger?a, ya en el siglo III a.C, que los movimientos de los cuerpos celestes se pod?an explicar mejor si el Sol, y no la Tierra, ocupaba el centro del sistema. De hecho, 2000 a?os antes de Cop?rnico, los astr?nomos griegos hicieron una lista de los planetas en su orden correcto desde el Sol, reconociendo as? que el Sol, y no la Tierra, era el punto focal del sistema solar.


El concepto helioc?ntrico s?lo fue redescubierto por Cop?rnico, y lo interesante del caso es que los astr?nomos sab?an m?s en el 500 a.C. que en el 500 o 1500 d.C.


Lo cierto es que, en la actualidad, los expertos tienen un hueso duro de roer a la hora de explicar por qu?, primero los griegos y luego los romanos, daban por hecho que la Tierra era plana, y que se elevaba por encima de una capa de aguas turbias bajo las cuales estaba el Hades o ?Infierno?, cuando algunas de las evidencias dejadas por los astr?nomos griegos de los primeros tiempos indican que ya sab?an que no era as?.


Hiparco, que vivi? en Asia Menor en el siglo II a.C, trat? del ?desplazamiento del signo en el solsticio y el equinoccio?, un fen?meno llamado ahora precesi?n de los equinoccios. Pero este fen?meno s?lo se puede explicar en t?rminos de una ?astronom?a esf?rica?, donde la Tierra est? rodeada por otros cuerpos celestes como una esfera dentro de un universo esf?rico.


Entonces, ?sab?a Hiparco que la Tierra era un globo, e hizo sus c?lculos en t?rminos de una astronom?a esf?rica? Pero a?n hay otra pregunta igualmente importante. El fen?meno de la precesi?n se pod?a observar al relacionar la llegada de la primavera con la posici?n del Sol (visto desde la Tierra) en una constelaci?n zodiacal dada. Pero el cambio de una casa zodiacal a otra requiere 2.160 a?os Ciertamente, Hiparco no pod?a haber vivido lo suficiente como para hacer esa observaci?n astron?mica. As? pues, ?de d?nde obtuvo esa informaci?n?


Eudoxo de Cnido, otro matem?tico y astr?nomo griego que vivi? en Asia Menor dos siglos antes que Hiparco, dise?? una esfera celeste, una copia de la cual fue erigida en Roma junto con la estatua de Atlas aguantando el mundo. Los dibujos de la esfera representaban las constelaciones zodiacales. Pero, si Eudoxo concibi? los cielos como una esfera, ?d?nde estaba la Tierra con relaci?n a los cielos??Acaso pensaba que el globo celeste descansaba sobre una Tierra plana -una disposici?n de lo m?s torpe-, o es que sab?a que la Tierra era esf?rica y pensaba que estaba rodeada por la esfera celeste?
(Fig. 91)

 

Los trabajos de Eudoxo, cuyos originales se perdieron, nos han llegado gracias a los poemas de Arato, que, en el siglo III a.C, ?tradujo? al lenguaje po?tico los hechos expuestos por el astr?nomo. En este poema (que debi? resultarle familiar a San Pablo, puesto que lo cit?), se describen las constelaciones detalladamente, ?trazadas por todo alrededor?; y remite su agrupaci?n y denominaci?n a una ?poca muy remota. ?Unos hombres de antiguo una nomenclatura pensaron y dise?aron, y formas apropiadas encontraron?.


?Qui?nes fueron los ?nombres de antiguo? a los cuales atribu?a Eudoxo la denominaci?n de las constelaciones?

Bas?ndose en ciertas pistas del poema, los astr?nomos modernos creen que los versos griegos describen los cielos tal como se ve?an en Mesopotamia alrededor del 2200 a.C.


El hecho de que tanto Hiparco como Eudoxo vivieran en Asia Menor aumenta las probabilidades de que obtuvieran sus conocimientos de fuentes hititas. Quiz?s, incluso visitaron la capital hitita y vieron all? la divina procesi?n tallada en las rocas; pues entre los dioses que desfilan hay dos hombres-toro que sostienen un globo -una imagen que bien pudiera haber inspirado a Eudoxo para esculpir el Atlas y la esfera celeste.
(Fig. 92)

 

?Estaban los primeros astr?nomos griegos que viv?an en Asia Menor mejor informados que sus sucesores debido a que pudieron beber de fuentes mesopot?micas?


Hiparco, de hecho, confirm? en sus escritos que sus estudios se basaron en un conocimiento acumulado y verificado durante milenios. Y nombr? a sus mentores, ?los astr?nomos babilonios de Erek, Borsippa y Babilonia?. Gemino de Rodas indic? a los ?caldeos? (los antiguos babilonios) como los descubridores de los movimientos exactos de la Luna. El historiador Diodoro S?culo, en el siglo i a.C, confirm? la exactitud de la astronom?a mesopot?mica, y afirm? que ?los caldeos dieron nombre a los planetas... en el centro de su sistema estaba el Sol, la luz m?s grande, del cual los planetas eran 'descendientes', reflejando la posici?n y el brillo del Sol?.


La fuente reconocida del conocimiento astron?mico griego era, entonces, Caldea; invariablemente, aquellos primitivos caldeos pose?an un conocimiento mayor y m?s preciso que el de los pueblos que les siguieron. Durante generaciones, por todo el mundo antiguo, el nombre ?caldeo? fue sin?nimo de ?observadores de estrellas?, de astr?nomos.


Dios le dec?a a Abraham, que sali? de ?Ur de los Caldeos?, que mirara a las estrellas, cada vez que hablaba de las futuras generaciones hebreas. De hecho, el Antiguo Testamento est? repleto de informaci?n astron?mica. Jos? se comparaba a s? mismo y a sus hermanos con doce cuerpos celestes, y el patriarca Jacob bendijo a sus doce hijos relacion?ndolos con las doce constelaciones del zodiaco. En los Salmos y en el Libro de Job se refieren una y otra vez a fen?menos celestes, a las constelaciones del zodiaco y a otros grupos de estrellas (como las Pl?yades). As? pues, el conocimiento del zodiaco, la divisi?n cient?fica de los cielos y otros datos astron?micos eran bien conocidos en el antiguo Oriente Pr?ximo bastante antes de la ?poca de la Grecia cl?sica.


El alcance de la astronom?a mesopot?mica, en la que se basaron los primitivos astr?nomos griegos, debe haber sido enorme, pues, s?lo con lo que los arque?logos han encontrado, nos ver?amos ante una avalancha de textos, inscripciones, impresiones de sellos, relieves, dibujos, listas de cuerpos celestes, presagios, calendarios, tablas horarias de amaneceres y puestas del Sol y los planetas, predicciones de eclipses...


Muchos de estos textos tard?os eran, ciertamente, m?s astrol?gicos que astron?micos por naturaleza. Los cielos y los movimientos de los cuerpos celestes parec?an ser la principal preocupaci?n de los poderosos reyes, de los sacerdotes de los templos y de la gente de la tierra en general; el objetivo de los observadores de estrellas parec?a ser el de encontrar en los cielos la respuesta al curso de los asuntos en la Tierra: guerra, paz, abundancia, hambruna.


Compilando y analizando centenares de textos del primer milenio a.C, R. C. Thompson (The Reports ofthe Magicians and Astro-logers of Nineveh and Babylon) pudo demostrar que estos observadores de estrellas estaban interesados en el destino de la tierra, de su gente y de su soberano desde un punto de vista nacional, y no se preocupaban del destino individual (como ocurre en la actualidad con la astrolog?a ?horosc?pica?):

Si la Luna en el momento calculado no se ve,
habr? una invasi?n de una poderosa ciudad.
Si un cometa se cruza con el sendero del Sol,
el flujo del campo descender?; un tumulto suceder? dos veces.
Si J?piter va con Venus,
las oraciones de la tierra alcanzar?n el coraz?n de los dioses.
Si el Sol se coloca en la posici?n de la Luna,
el rey de la tierra estar? seguro en el trono.

Incluso esta astrolog?a precisaba de un conocimiento astron?mico amplio y preciso, conocimiento sin el cual no se hubieran podido hacer los presagios. Los mesopot?micos, en posesi?n de tales conocimientos, distingu?an entre las estrellas ?fijas? y los planetas ?errantes?, y sab?an que el Sol y la Luna ni eran estrellas fijas ni planetas ordinarios. Estaban familiarizados con los cometas, los meteoritos y otros fen?menos celestes, y pod?an calcular las relaciones entre los movimientos del Sol, la Luna y la Tierra, y predecir eclipses. Segu?an los movimientos de los cuerpos celestes y los relacionaban con la ?rbita de la Tierra y con la rotaci?n a trav?s del sistema hel?aco -sistema que a?n se utiliza hoy y que mide la salida y la puesta de las estrellas y los planetas en los cielos de la Tierra con relaci?n al Sol.


Para seguir el rastro de los movimientos de los cuerpos celestes y sus posiciones en los cielos con relaci?n a la Tierra y entre s?, los babilonios y los asirios dispon?an de unas precisas tablas de efem?rides. En ellas se listaban y se predec?an las posiciones futuras de los cuerpos celestes. El profesor George Sarton (Chaldean Astronomy of the Last Three Centuries B.c.) descubri? que las hab?an calculado seg?n dos m?todos: uno tard?o, utilizado en Babilonia, y otro m?s antiguo, de Uruk. Pero el descubrimiento inesperado es que el m?s antiguo, el m?todo de Uruk, era m?s sofisticado y preciso que el sistema tard?o, y justific? esta sorprendente situaci?n concluyendo que las err?neas nociones astron?micas de griegos y romanos vinieron como resultado del cambio a una filosof?a que explicaba el mundo en t?rminos geom?tricos, mientras que los sacerdotes-astr?nomos de Caldea segu?an las f?rmulas y las tradiciones prescritas de Sumer.


El descubrimiento de las civilizaciones mesopot?micas, realizado con las excavaciones efectuadas en los ?ltimos cien a?os, no deja lugar a dudas de que, tanto en el campo de la astronom?a como en otros muchos campos, las ra?ces de nuestro conocimiento est?n profundamente arraigadas en Mesopotamia. Tambi?n en este campo hemos recurrido a y continuamos el patrimonio de Sumer.


Las conclusiones de Sarton se han visto refrendadas por los extensos estudios del profesor O. Neugebauer (Astronomical Cuneiform Texts), que se qued? asombrado al descubrir que las efem?rides, con lo precisas que eran, no se basaban en las observaciones de los astr?nomos babilonios que las prepararon, puesto que ?stos las hab?an calculado ?a partir de unos esquemas aritm?ticos fijos... que ven?an dados y que no deb?an trastocar? los astr?nomos que los utilizaban.


Esta observancia autom?tica de los ?esquemas aritm?ticos? se realizaba con la ayuda de unos ?textos de procedimiento? que acompa?aban a las efem?rides y que ?daban las normas, paso a paso, para el c?lculo de las efem?rides?, seg?n una ?estricta teor?a matem?tica?. Neugebauer lleg? a la conclusi?n de que los astr?nomos babilonios ignoraban las teor?as sobre las que se basaban las efem?rides y sus c?lculos matem?ticos, y admiti? tambi?n que ?el fundamento emp?rico y te?rico? de estas precisas tablas se les escapa tambi?n, en gran medida, a los expertos modernos. Sin embargo, est? convencido de que las antiguas teor?as astron?micas ?deben haber existido, porque es imposible dise?ar unos esquemas de c?lculo tan complicados sin un plan sumamente elaborado?.


El profesor Alfred Jeremias (Handbuch der Altorientalischen Geistkultur) lleg? a la conclusi?n de que los astr?nomos mesopot?micos estaban familiarizados con el fen?meno de la retrogradaci?n, el aparente curso err?tico y serpentino de los planetas tal como se ven desde la Tierra, causado por el hecho de que la Tierra ?rbita al Sol con mayor rapidez o lentitud en relaci?n con los otros planetas. La trascendencia de este conocimiento radica no s?lo en el hecho de que la retrogradaci?n es un fen?meno relacionado con las ?rbitas alrededor del Sol, sino tambi?n en el hecho de que se debi? requerir de largos per?odos de observaci?n para dominarla y trazarla.


?D?nde se desarrollaron estas complicadas teor?as, y qui?n hizo esas observaciones sin las cuales jam?s se habr?an podido desarrollar? Neugebauer indica que ?en los textos de procedimiento, nos encontramos con un gran n?mero de t?rminos t?cnicos de lectura totalmente desconocida, si no de significado desconocido?. Alguien, mucho antes de los babilonios, pose?a un conocimiento astron?mico y matem?tico muy superior al de las posteriores culturas de Babilonia, Asir?a, Egipto, Grecia y Roma.


Los babilonios y los asirios consagraron una parte sustancial de sus esfuerzos astron?micos a mantener un calendario preciso. Al igual que el calendario jud?o actual, el suyo era un calendario solar-lunar en el que se vinculaba (se ?intercalaba?) el a?o solar de poco m?s de 365 d?as con un mes lunar de poco menos de 30 d?as. Aunque el calendario era importante para los negocios y otras necesidades mundanas, se requer?a que fuera preciso, principalmente, para determinar el d?a y el momento exactos del A?o Nuevo y de otras celebraciones y cultos a los dioses.


Para medir y vincular los intrincados movimientos del Sol, la Tierra, la Luna y dem?s planetas, los sacerdotes-astr?nomos mesopot?micos se basaban en una compleja astronom?a esf?rica. La Tierra se ten?a por una esfera con un ecuador y unos polos; tambi?n los cielos se divid?an con unas imaginarias l?neas ecuatoriales y polares. El paso de los cuerpos celestes se relacionaba con la ecl?ptica, la proyecci?n del plano de la ?rbita de la Tierra alrededor del Sol sobre la esfera celeste; los equinoccios (los puntos y los momentos en los cuales el Sol, en su movimiento anual aparente, cruza al norte y al sur el ecuador celeste); y los solsticios (el momento en que el Sol, durante su movimiento anual aparente a lo largo de la ecl?ptica, se encuentra en su mayor declinaci?n norte o sur). Todos estos conceptos astron?micos se vienen utilizando hasta el d?a de hoy.


Pero los babilonios y los asirios no inventaron el calendario ni los ingeniosos m?todos para calcularlo. Sus calendarios -as? como los nuestros- tuvieron su origen en Sumer. Los expertos han encontrado all? un calendario, en uso desde los tiempos m?s primitivos, que es la base de todos los calendarios posteriores. El principal calendario y modelo era el calendario de Nippur, sede y centro de Enlil. El calendario que usamos en la actualidad tiene como modelo el calendario nippuriano.


Los sumerios consideraban que el A?o Nuevo comenzaba en el momento exacto en que el Sol cruzaba el equinoccio de primavera. El profesor Stephen Langdon (Tablets from the Archives of Drehem) descubri? que en los archivos dejados por Dungi, un soberano de Ur de alrededor del 2400 a.C, se observa que para el calendario de Nippur se seleccionaba determinado cuerpo celeste que, al oponerlo con el ocaso, permit?a determinar el momento exacto de la llegada del A?o Nuevo. Y esto, concluy? Langdon, se hizo ?quiz?s 2000 a?os antes de la ?poca de Dungi?, es decir, ?alrededor del 4400 a.C!


?Acaso es posible que los sumerios, casi sin instrumental, tuvieran, no obstante, el sofisticado saber-hacer astron?mico y matem?tico que requieren una geometr?a y una astronom?a esf?ricas? Pues s?, lo ten?an, y su lenguaje lo demuestra.
Ten?an un t?rmino -DUB- que significaba (en astronom?a) la ?circunferencia del mundo? de 360 grados, en relaci?n con la cual hablaban ellos de la curvatura o arco de los cielos. Para sus c?lculos astron?micos y matem?ticos, crearon el AN.UR, un ?horizonte celeste? imaginario contra el cual pod?an calcular el orto y el ocaso de los cuerpos celestes. En perpendicular a este horizonte, extendieron una l?nea vertical imaginaria, el NU.BU.SAR.DA; con su ayuda obten?an el c?nit, al que llamaban AN.PA. Trazaron las l?neas a las que llamamos meridianos y las llamaban ?los yugos graduados?; y a las l?neas de latitud les llamaban ?l?neas medias del cielo?. A la l?nea de latitud que marca el solsticio de verano, por ejemplo, la llamaban AN.BIL (?punto ?gneo de los cielos?).


Las obras maestras literarias acadias, hurritas, hititas y de otras culturas del antiguo Oriente Pr?ximo, por ser traducciones o versiones de originales sumerios, estaban repletas de palabras prestadas del sumerio, muchas de las cuales ten?an relaci?n con fen?menos y cuerpos celestes. Los eruditos babilonios y asirios que hac?an listas de estrellas o calculaban los movimientos planetarios sol?an anotar los originales sumerios en las tablillas que estaban copiando o traduciendo. Los 25.000 textos dedicados a la astronom?a y a la astrolog?a que se dice que hab?a en la biblioteca de Assurbanipal en N?nive llevaban con frecuencia el reconocimiento de sus or?genes sumerios.


Los escribas de la principal serie astron?mica, que los babilonios llamaban ?El D?a del Se?or?, declaraban haberla copiado de una tablilla sumeria escrita en la ?poca de Sarg?n de Acad, en el tercer milenio a.C. Una tablilla fechada en la tercera dinast?a de Ur, tambi?n en el tercer milenio a.C, describe y hace una relaci?n tan clara de los cuerpos celestes, que los expertos modernos tienen pocas dificultades en reconocer el texto como una clasificaci?n de constelaciones, entre las que est?n la Osa Mayor, el Drag?n, Lira, Cisne y Cefeo, y el Tri?ngulo, en los cielos septentrionales; Orion, Can Mayor, Hidra, el Cuervo y el Centauro en los cielos meridionales; y las familiares constelaciones zodiacales en la banda celeste central.


En la antigua Mesopotamia, los secretos del conocimiento celeste se guardaban, se estudiaban y transmit?an a trav?s de una casta de sacerdotes-astr?nomos. Fue as?, quiz?s por aptitud, que los tres eruditos a los que se reconoce el m?rito de habernos devuelto esta perdida ciencia ?caldea? tuvieran que ser, tambi?n, sacerdotes, pero, en este caso, jesuitas: Joseph Epping, Johann Strassman y Franz X. Kugler. Kugler, en su obra maestra Sternkunde und Sterndienst in Babel, analiz?, descifr?, clasific? y explic? gran cantidad de textos y listas. En cierto caso, ?volviendo hacia abajo los cielos? matem?ticamente, fue capaz de demostrar que una lista de 33 cuerpos celestes de los cielos babilonios del 1800 a.C. ?estaba h?bilmente dispuesta de acuerdo con las agrupaciones que se hacen hoy en d?a!


Tras un enorme trabajo de decisi?n sobre cu?les eran los verdaderos grupos y cu?les eran, simplemente, subgrupos, la comunidad astron?mica mundial acord? (en 1925) dividir los cielos, tal como se ven desde la Tierra, en tres regiones -septentrional, central y meridional- y agrupar las estrellas en ellos en 88 constelaciones. Al final, result? que no hab?a nada nuevo en esta disposici?n, ya que los sumerios hab?an sido los primeros en dividir los cielos en tres bandas o ?caminos? -el ?camino? septentrional, al que se le puso el nombre de Enlil; el meridional, al que se le puso el nombre de Ea; y la banda central, que fue el ?Camino de Anu?- y en asignarles diversas constelaciones. La banda central de hoy en d?a, la banda de las doce constelaciones del zodiaco, se corresponde exactamente con el Camino de Anu, en el cual los s?menos agruparon las estrellas en doce casas.


En la antig?edad, al igual que hoy, el fen?meno estaba relacionado con el concepto del zodiaco. El gran c?rculo de la Tierra alrededor del Sol se dividi? en doce partes iguales, de treinta grados cada una. Las estrellas que se ve?an en cada uno de estos segmentos o ?casas? se agruparon en una constelaci?n, cada una de las cuales recibi? un nombre en funci?n de la forma que las estrellas del grupo parec?an crear.


Debido a que las constelaciones y sus subdivisiones, e, incluso, las estrellas individuales dentro de las constelaciones, llegaron a la civilizaci?n occidental con nombres y representaciones completamente prestados de la mitolog?a griega, el mundo occidental crey? durante casi dos milenios que hab?an sido los griegos los que hab?an conseguido este logro. Pero, en la actualidad, vemos claramente que los primitivos astr?nomos griegos adaptaron a su lengua y a su mitolog?a una astronom?a ya construida por los sumerios. Ya hemos indicado de qu? forma obtuvieron sus conocimientos Hiparco, Eudoxo y otros. Incluso Tales, el astr?nomo griego de importancia m?s antiguo, del cual se dice que predijo el eclipse total de sol del 28 de Mayo de 585 a.C. que detuvo la guerra entre lidios y medas, admiti? que las fuentes de su conocimiento eran de origen mesopot?mico pre-semita, es decir, sumerio.


La palabra ?zodiaco? proviene del griego zodiakos kyklos (?c?rculo animal?), debido a que el dise?o de los grupos de estrellas se asemejaban por su forma a un le?n, unos peces, etc. Pero esos nombres y formas imaginarias se originaron, realmente, en Sumer, donde a las doce constelaciones del zodiaco se les llam? UL.UE (?reba?o brillante?):

  1. GU.AN.NA (?toro celeste?), Tauro.
  2. MASH.TAB.BA (?gemelos?), nuestro G?minis.
  3. DUB (?pinzas?, ?tenazas?), el Cangrejo o C?ncer.
  4. UR.GULA (?le?n?), al que llamamos Leo.
  5. AB.SIN (?el padre de ella era Sin?), la Doncella, Virgo.
  6. ZI.BA.AN.NA (?destino celeste?), la balanza o Libra.
  7. GIR.TAB (?lo que pinza y corta?), Escorpio.
  8. PA.BIL (?defensor?), el Arquero, Sagitario.
  9. SUHUR.MASH (?pez-cabra?), Capricornio.
10. GU (?se?or de las aguas?), el Aguador, Acuario.
11. SIM.MAH (?peces?), Piscis.
12. KU.MAL (?morador del campo?), el Carnero, Aries.

Las representaciones gr?ficas o signos del zodiaco, al igual que sus nombres, se han conservado virtualmente intactas desde su introducci?n en Sumer. (Fig. 93)

 

Hasta la aparici?n del telescopio, los astr?nomos europeos aceptaban s?lo las 19 constelaciones reconocidas por Ptolomeo en el hemisferio norte. Hacia 1925, cuando se acord? la clasificaci?n actual, se hab?an reconocido 28 constelaciones en lo que los sumerios llamaban el Camino de Enlil. No deber?a de sorprendernos que, a diferencia de Ptolomeo, los primitivos sumerios reconoc?an, identificaban, nombraban y listaban ?todas las constelaciones del hemisferio norte!


El Camino de Ea plante? serios problemas a los asiri?logos que asumieron la inmensa tarea de desentra?ar el conocimiento astron?mico antiguo no s?lo en los t?rminos del conocimiento moderno, sino tambi?n bas?ndose en el aspecto que deb?an tener los cielos hace siglos o milenios. Observando los cielos meridionales desde Ur o Babilonia, los astr?nomos mesopot?micos s?lo pod?an ver poco m?s de la mitad de los cielos del hemisferio sur; el resto se encontraba por debajo del horizonte. Sin embargo, aunque correctamente identificadas, algunas de las constelaciones del Camino de Ea estaban por debajo del horizonte. Pero, para los expertos, a?n se planteaba un problema mayor. Si, como supon?an, los mesopot?micos cre?an (como los griegos m?s tarde) que la tierra era una masa de tierra firme sobre la ca?tica oscuridad de un mundo inferior (el griego Hades) -un disco plano sobre el cual se arqueaban los cielos en semic?rculo-, ?no deber?a de haber absolutamente ning?n cielo en el sur!


Limitados por la suposici?n de que los mesopot?micos sosten?an la idea de una Tierra plana, los estudiosos modernos no pod?an permitir que sus conclusiones les llevaran muy por debajo de la l?nea ecuatorial que divide el norte del sur. Sin embargo, las evidencias demuestran que los tres ?caminos? sumerios abarcaban todos los cielos del globo, no del plano, terrestre.


En 1900, T. G. Pinches inform? en la Royal Asiatic Society que hab?a reconstruido completamente un astrolabio (literalmente, ?cogedor de estrellas?) mesopot?mico. Pinches les mostr? un disco circular, dividido como una tarta en doce secciones y tres anillos conc?ntricos, dando como resultado un campo de 36 porciones. El dise?o total ten?a el aspecto de una roseta de doce ?p?talos?, cada uno de los cuales ten?a el nombre de un mes escrito en ?l. Pinches los marc? del I al XII por conveniencia, comenzando con Nisannu, el primer mes del calendario mesopot?mico.
(Fig. 94)

 

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Cada una de las 36 secciones ten?a tambi?n un nombre con un circulito debajo, dando a entender que era la denominaci?n de un cuerpo celeste. Desde entonces, estos nombres se han encontrado en muchos textos y ?listas de estrellas?, e, indudablemente, son los nombres de constelaciones, estrellas o planetas.


Cada una de las 36 secciones ten?a escrito tambi?n un n?mero debajo del nombre del cuerpo celeste. En el anillo interior, los n?meros iban del 30 al 60; en el anillo central, del 60 (escrito como ?1?) al 120 (?2? en el sistema sexagesimal, que significa 2 x 60 = 120); y en el anillo exterior, del 120 al 240. ?Qu? representaban estos n?meros?


Casi cincuenta a?os despu?s de la presentaci?n de Pinches, el astr?nomo y asiri?logo O. Neugebauer (A History ofAncient Astronomy: Problems and Methods) s?lo pudo decir que ?la totalidad del texto conforma una especie de mapa celeste esquem?tico... en cada uno de los 36 campos encontramos el nombre de una constelaci?n y unos n?meros sencillos cuyo significado a?n no est? claro?. Un destacado experto en el tema, B. L. Van der Waerden (Babylonian Astronomy: The Thirty-Six Stars), reflexionando sobre el aparente ascenso y descenso de los n?meros seg?n un ritmo, s?lo pudo sugerir que ?los n?meros tienen algo que ver con la duraci?n de la luz diurna?.


Creemos que el rompecabezas se puede resolver s?lo con que descartemos la idea de que los mesopot?micos cre?an en una Tierra plana, y con que reconozcamos que sus conocimientos astron?micos eran tan buenos como los nuestros, no porque tuvieran mejores instrumentos de los que tenemos nosotros, sino porque sus fuentes de informaci?n proven?an de los nefilim.


Sugerimos que los enigm?ticos n?meros representan grados del arco celeste, con el Polo Norte como punto de inicio, y que el astrolabio era un planisferio, la representaci?n de una esfera sobre una superficie plana.


Mientras los n?meros aumentan o decrecen, los de las secciones opuestas en el Camino de Enlil (como Nisannu-50, Tashritu-40) suman 90, en el Camino de Anu suman 180, y en el Camino de Ea suman 360 (como Nisannu 200, Tashritu 160). Estas cifras son demasiado familiares como para ser mal interpretadas; representan los segmentos de una circunferencia esf?rica completa: un cuarto del camino (90 grados), medio camino (180 grados) y el c?rculo total (360 grados).


Los n?meros dados para el Camino de Enlil est?n emparejados as? para mostrar que este segmento sumerio de los cielos septentrionales se extend?a unos 60 grados desde el Polo Norte, bordeando el Camino de Anu en los 30 grados por encima del ecuador. El Camino de Anu era equidistante a ambos lados del ecuador, llegando a los 30 grados sur por debajo de ?ste. Despu?s, m?s al sur y en lo m?s alejado del Polo Norte, estaba el Camino de Ea, esa parte de la Tierra y del globo celeste que se encuentra entre los 30 grados sur y el Polo Sur.
(Fig. 95)

 

Los n?meros de las secciones del Camino de Ea suman 180 grados en Addaru (Febrero-Marzo) y Ululu (Agosto-Septiembre). El ?nico punto que est? a 180 grados del Polo Norte, tanto si vas al sur por el este como si vas por el oeste, es el Polo Sur. Y esto s?lo se puede sostener como cierto si uno est? tratando con una esfera.


La precesi?n es un fen?meno que viene provocado por el bamboleo del eje norte-sur de la Tierra, y que lleva a que el Polo Norte (el que apunta a la Estrella Polar) y el Polo Sur tracen un gran c?rculo en los cielos. El aparente retardo de la Tierra contra las constelaciones de estrellas suma alrededor de 55 segundos de arco por a?o, o un grado cada 72 a?os. El gran c?rculo -el tiempo que le lleva al Polo Norte terrestre volver a apuntar a la Estrella Polar- emplea, por tanto, 25.920 a?os (72 por 360), y esto es lo que los astr?nomos llaman el Gran A?o o el A?o Plat?nico (pues, seg?n parece, Plat?n tambi?n sab?a de este fen?meno).


El orto y el ocaso de diversas estrellas se ten?a por importante en la antig?edad, y el c?lculo preciso del equinoccio de primavera, que daba entrada al A?o Nuevo, se relacionaba con la casa zodiacal en la cual ten?a lugar. Debido a la precesi?n, el equinoccio de primavera y los dem?s fen?menos celestes, al retardarse de a?o en a?o, terminaba por retrasarse todo un signo zodiacal cada 2.160 a?os. Nuestros astr?nomos contin?an empleando el ?punto cero? (?el primer punto de Aries?), que marc? el equinoccio de primavera alrededor del a?o 900 a.C, pero este punto se encuentra ahora bien entrado en la casa de Piscis. En los alrededores del 2100 d.C, el equinoccio de primavera comenzar? a ocupar la casa precedente, la de Acuario. Esto es lo que est?n queriendo decir los que afirman que estamos a punto de entrar en la Era de Acuario.
(Fig. 96)

 

Debido a que el cambio de una casa zodiacal a otra lleva m?s de dos milenios, los expertos se preguntan c?mo y d?nde pudo enterarse Hiparco del tema de la precesi?n en el siglo II a.C. Ahora sabemos que su fuente fue sumeria. Los descubrimientos del profesor Langdon revelan que el calendario nippuriano, establecido alrededor del 4400 a.C, en la Era de Tauro, refleja el conocimiento de la precesi?n y el cambio de casas zodiacales que tuvo lugar 2.160 a?os antes de ?se.
El profesor Jeremias, que vincul? los textos astron?micos mesopot?micos con los textos astron?micos hititas, tambi?n era de la opini?n de que las tablillas astron?micas m?s antiguas registraban el cambio de Tauro a Aries, y lleg? a la conclusi?n de que los astr?nomos mesopot?micos predijeron y anticiparon el cambio de Aries a Piscis.


Suscribi?ndose a estas conclusiones, el profesor Willy Hartner (The Earliest History of the Constellations in the Near East) suger?a que los sumerios dejaron abundantes evidencias gr?ficas a tal efecto. Cuando el equinoccio de primavera estaba en el signo de Tauro, el solsticio de verano ten?a lugar en Leo. Hartner llam? la atenci?n sobre el recurrente motivo del ?combate? entre un toro y un le?n que aparece en las representaciones sumerias de las ?pocas m?s primitivas, y sugiri? que estos motivos reflejaban las posiciones claves de las constelaciones de Tauro (Toro) y Leo (Le?n) para un observador en los 30 grados norte (la posici?n de Ur) alrededor del 4000 a.C.
(Fig. 97)

 

La mayor?a de los expertos consideran que la insistencia de los sumerios en Tauro como su primera constelaci?n no s?lo es una evidencia de la antig?edad del zodiaco -fechado en los alrededores del 4000 a.C-, sino tambi?n una prueba del momento en que la civilizaci?n sumeria tuvo sus repentinos comienzos. El profesor Jeremias (The Old Testament in the Light of the Ancient East) encontr? evidencias que demostraban que el ?punto cero? cronol?gico-zodiacal sumerio se puso precisamente entre el Toro y los Gemelos; por ?ste y por otros datos, lleg? a la conclusi?n de que el zodiaco se traz? en la Era de G?minis (los Gemelos), es decir, a?n antes de que comenzara la civilizaci?n sumeria. Una tablilla sumeria que hay en el Museo de Berl?n (VAT.7847) comienza la lista de constelaciones zodiacales con la de Leo, con lo que nos remonta a los alrededores del 11.000 a.C, cuando el Hombre reci?n comenzaba a labrar la tierra.


Pero el profesor H. V. Hilprecht (The Babylonian Expedition of the University of Pennsylvani?) fue a?n m?s lejos. Estudiando miles de tablillas que llevaban tabulaciones matem?ticas, lleg? a la conclusi?n de que ?todas las tablas de multiplicaci?n y de divisi?n de las bibliotecas de los templos de Nippur y Sippar, y de la biblioteca de Assurbanipal [en N?nive] se basan en [el n?mero] 12960000?. Al analizar este n?mero y su significado, Hilprecht concluy? que s?lo pod?a estar relacionado con el fen?meno de la precesi?n, y que los sumerios conoc?an el Gran A?o de 25.920 a?os.


Claro est? que ?sta es una sofisticaci?n astron?mica fant?stica en una ?poca imposible.


Del mismo modo que es evidente que los astr?nomos sumerios pose?an un conocimiento que, posiblemente, no pod?an haber adquirido por s? mismos, tambi?n existen evidencias que demuestran que gran parte de su conocimiento no eran de uso pr?ctico para ellos.


Esto no s?lo tiene que ver con los sofisticad?simos m?todos astron?micos que se utilizaban -?qui?n en la antigua Sumer necesitaba realmente establecer un ecuador celeste, por ejemplo?-, sino tambi?n con la gran diversidad de textos elaborados que tratan de la medida de distancias entre las estrellas.


Uno de estos textos, conocido como AO.6478, hace una lista de 26 estrellas visibles importantes a lo largo de una l?nea que, en la actualidad, llamamos el Tr?pico de C?ncer, y da las distancias entre ellas, medidas de tres formas diferentes. El texto nos da primero las distancias entre estas estrellas en una unidad llamada mana shukultu (?medido y pesado?). Se cree que ?ste era un ingenioso dispositivo que establec?a una relaci?n entre el peso del agua que escapaba por paso de tiempo. Hac?a posible la determinaci?n de distancias entre dos estrellas en t?rminos de tiempo.


La segunda columna de distancias estaba en t?rminos de grados del arco de los cielos. El d?a total (d?a y noche) se divid?a en doce horas. El arco de los cielos comprend?a un c?rculo total de 360 grados. As? pues, un beru u ?hora doble? representaba 30 grados del arco de los cielos. Con este m?todo, el paso del tiempo en la Tierra proporcionaba una medida de las distancias en grados entre los cuerpos celestes nombrados.


El tercer m?todo de medida era el beru ina shame (?longitud en los cielos?). F. Thureau-Dangin (Distances entre Etoiles Fixes) se?al? que, mientras los dos primeros m?todos estaban relacionados con otro fen?meno, el tercer m?todo proporcionaba medidas absolutas. Un ?beru celeste?, seg?n Thureau-Dangin y otros, era el equivalente a 10.692 metros de nuestros d?as. La ?distancia en los cielos? entre las 26 estrellas se calcul? en el texto sumando 655.200 ?beru trazados en
los cielos?.


Disponer de tres m?todos diferentes de medida de distancias entre estrellas indica la gran importancia que se le daba al tema. Sin embargo, ?qui?n entre los hombres y las mujeres de Sumer necesitaba este conocimiento, y qui?n de ellos pudo dise?ar estos m?todos y utilizarlos de forma tan precisa? La ?nica respuesta posible es que los nefilim dispon?an de ese conocimiento y precisaban de tan exactas medidas.


Capaces de hacer viajes espaciales, despu?s de llegar a la Tierra desde otro planeta, y de recorrer los cielos de la Tierra, los nefilim eran los ?nicos que pod?an poseer y, de hecho, pose?an, en los albores de la civilizaci?n humana, los sofisticados m?todos, las matem?ticas y los conceptos de una astronom?a avanzada, as? como la necesidad de ense?ar a los escribas humanos a copiar y registrar meticulosamente tablas y m?s tablas de distancias en los cielos, ?rdenes de estrellas y grupos de estrellas, ortos y ocasos hel?acos, un complejo calendario solar-lunar-terrestre y el resto de conocimientos notables tanto del Cielo como de la Tierra.


Ante este panorama, ?se puede creer a?n que los astr?nomos mesopot?micos, dirigidos por los nefilim, no supieran de la existencia de planetas m?s all? Saturno, que no conocieran Urano, Neptuno y Plut?n? ?Acaso sus conocimientos sobre la misma familia de la Tierra, el sistema solar, eran menos completos que los de las distantes estrellas, su orden y sus distancias?


La informaci?n astron?mica de los tiempos antiguos se conservaba en centenares de textos detallados, de listas de cuerpos celestes, pulcramente dispuestas seg?n el orden celeste, o seg?n los dioses, los meses, las tierras o las constelaciones con las que estaban relacionados. A uno de estos textos, analizado por Ernst F. Weidner (Hand-buch der Babylonischen Astronomie), se le ha llegado a llamar ?La Gran Lista de Estrellas?. En ?l, se hace una relaci?n en cinco columnas de decenas de cuerpos celestes en funci?n de sus relaciones mutuas, de los meses, de los pa?ses y deidades. Otro texto lista correctamente las principales estrellas de las constelaciones zodiacales. Un texto indexado como B.M.86378 ordenaba (en su parte no deteriorada) 71 cuerpos celestes por su situaci?n en los cielos; y acerca de textos as? podr?amos estar hablando una y otra y otra y otra vez.


Gran cantidad de expertos se esforzaron por dar sentido a esta legi?n de textos, y en particular por identificar correctamente los planetas de nuestro sistema solar, aunque sus resultados parecen ser confusos. Como ya sabemos, sus esfuerzos estaban condenados al fracaso debido a la incorrecta suposici?n de que los sumerios y sus sucesores no sab?an que el sistema solar era helioc?ntrico, que la Tierra no era m?s que otro planeta y que hab?a m?s planetas m?s all? de Saturno.


Al pasar por alto la posibilidad de que algunos de los nombres de las listas de estrellas se le pudieran aplicar a la misma Tierra, y al intentar aplicar los otros muchos nombres y ep?tetos s?lo a los cinco planetas que, seg?n cre?an, conoc?an los s?menos, los expertos terminaron llegando a conclusiones conflictivas. Algunos de ellos llegaron a sugerir que la confusi?n no era suya, sino de los caldeos -por alg?n motivo desconocido, dicen, los caldeos intercambiaron los nombres de los cinco planetas ?conocidos?.


Los sumerios se refer?an a todos los cuerpos celestes (planetas, estrellas o constelaciones) como MUL (?lo que brilla en las alturas?). "El t?rmino acadio kakkab fue aplicado tambi?n por babilonios y asirios para designar a cualquier cuerpo celeste. Esta pr?ctica acab? frustrando a los expertos que intentaban desentra?ar los antiguos textos astron?micos. Pero algunos mul a los que se calificaba de LU.BAD designaban, claramente, a los planetas de nuestro sistema
solar.


Sabiendo que el nombre griego para los planetas era ?errantes?, los expertos leyeron LU.BAD como ?oveja errante?, a partir de LU (?aquello que se pastorea?) y BAD (?alto y muy lejos?). Pero, ahora que hemos mostrado que los sumerios eran plenamente conscientes de la verdadera naturaleza de nuestro sistema solar, los otros significados del t?rmino bad (?lo antiguo?, ?la fundaci?n?, ?aquel donde est? la muerte?) asumen una importancia directa. ?stos ?ltimos son ep?tetos adecuados para el Sol, de donde se sigue que, por lubad , los sumerios no entend?an simplemente ?oveja errante?, sino ?oveja? pastoreada por el Sol -los planetas de nuestro Sol.


La situaci?n y las relaciones de los lubad entre ellos y con el Sol se describ?an en muchos textos astron?micos mesopot?micos. Hab?a referencias a aquellos planetas que est?n ?arriba? y a aquellos que est?n ?debajo?, y Kugler conjetur? acertadamente que el punto de referencia era la misma Tierra.


Pero, en su mayor parte, los planetas de los que se hablaba en el entramado de los textos astron?micos trataban de MUL.MUL -un t?rmino que ten?a a los expertos en la incertidumbre. En ausencia de una soluci?n mejor, la mayor?a de los expertos acabaron coincidiendo en que el t?rmino mulmul identificaba a las Pl?yades, un grupo de estrellas de la constelaci?n de Tauro, y el ?nico por el que pasaba el eje del equinoccio de primavera (tal como se ve?a desde Babilonia) en los alrededores del 2200 a.C. Los textos mesopot?micos sol?an indicar que el mulmul estaba compuesto por siete LU.MASH (siete ?errantes que son familiares?), y los expertos asumieron que se trataba de los miembros m?s brillantes de las Pl?yades, que se pueden ver con el ojo desnudo. El hecho de que, en funci?n de la clasificaci?n, el grupo tenga bien seis bien nueve de tales estrellas, y no siete, planteaba un problema; pero se dej? de lado por falta de una idea mejor sobre el significado de mulmul.


Franz Kugler (Sternkunde und Sterndienst in Babel) acept? a rega?adientes las Pl?yades como soluci?n, pero expres? su asombro cuando descubri? que en los textos mesopot?micos se afirmaba, sin ning?n tipo de ambig?edad, que mulmul inclu?a no s?lo a los ?errantes? (planetas) sino tambi?n al Sol y a la Luna, con lo que la idea de las Pl?yades se hac?a insostenible. Kugler tambi?n se encontr? con textos que afirmaban claramente que ?mulmul ul-shu 12? {?mulmul es un grupo de doce?), de los cuales diez formaban un grupo diferenciado.


Sugerimos que el t?rmino mulmul se refer?a al sistema solar, utilizando la repetici?n (MUL.MUL) para indicar el grupo como una totalidad, como ?el cuerpo celeste que comprende todos los cuerpos celestes?.


Charles Virolleaud (L'Astrologie Chald?enne), transliter? un texto mesopot?mico (K.3558) que describe a los miembros del grupo mulmul o kakkabu/kakkabu . La ?ltima l?nea del texto es expl?cita:

Kakkabu / kakkabu.
El n?mero de sus cuerpos celestes es doce.
Las estaciones de sus cuerpos celestes doce.
Los meses completos de la Luna es doce.

Los textos no dejan lugar a dudas: el mulmul -nuestro sistema solar- estaba compuesto por doce miembros. Quiz?s no deber?a de sorprendernos, pues el erudito griego Diodoro, al explicar los tres ?caminos? de los caldeos y el consiguiente listado de 36 cuerpos celestes, afirmaba que ?de aquellos dioses celestes, doce poseen autoridad principal; a cada uno de ?stos, los caldeos les asignan un mes y un signo del zodiaco?.


Ernst Weidner (Der Tierkreis und die Wege am Himmel) inform? que, junto con el Camino de Anu y sus doce constelaciones zodiacales, algunos textos se refer?an tambi?n al ?camino del Sol?, que estaba compuesto tambi?n por doce cuerpos celestes: el Sol, la Luna, y diez m?s. La l?nea 20 de la llamada tablilla TE dice: ?naphar 12 shere-mesh ha.la sha kakkab.lu sha Sin u Shamash ina libbi ittiqu?, que significa, ?todo en todo, 12 miembros adonde la Luna y el Sol pertenecen, donde orbitan los planetas?.


Ahora podemos comprender la importancia del n?mero doce en el mundo antiguo. El Gran C?rculo de dioses sumerios, y, por tanto, de los dioses ol?mpicos, estaba compuesto exactamente por doce miembros; los dioses m?s j?venes s?lo pod?an entrar en este c?rculo si se retiraban los dioses m?s viejos. Del mismo modo, cualquier puesto libre se ten?a que ocupar para mantener el n?mero divino de doce. El principal c?rculo celeste, el camino del Sol con sus doce miembros, establec?a el modelo seg?n el cual cualquier otra franja celeste se divid?a en doce segmentos o se le asignaban doce cuerpos celestes de importancia. Por consiguiente, el a?o ten?a doce meses y el d?a ten?a doce horas dobles. A cada divisi?n de Sumer se le asignaban doce cuerpos celestes como medida de buena suerte.


Muchos estudios, como el de S. Langdon (Babylonian Menolo-gies and the Semitic Calendar), muestran que la divisi?n del a?o en doce meses estaba relacionada, desde sus comienzos, con los doce Grandes Dioses. Fritz Hommel (Die Astronomie der alten Chaldaer) y otros despu?s de ?l demostraron que los doce meses estaban estrechamente conectados con los doce signos zodiacales, y que ambos se derivaban de los doce cuerpos celestes principales. Charles F. Jean (Lexicologie sumerienne) reprodujo una lista sumeria de 24 cuerpos celestes que emparejaban a las doce constelaciones zodiacales con los doce miembros del sistema solar.


En un largo texto, identificado por F. Thureau-Dangin (Rituels accadiens) como el programa del templo para la Festividad de A?o Nuevo en Babilonia, las evidencias para la consagraci?n del doce como fen?meno celeste central son persuasivas. El gran templo, el Esagila, ten?a doce puertas. Marduk se revest?a de los poderes de todos los dioses celestes al recitarse doce veces la declaraci?n ?Mi Se?or, no es ?l mi Se?or?. Despu?s, se invocaba la misericordia del dios doce veces, y la de su esposa doce veces. El total de 24 se emparejaba entonces con las doce constelaciones del zodiaco y los doce miembros del sistema solar.


En un moj?n de piedra, tallado por un rey de Susa con los s?mbolos de los cuerpos celestes, se representan estos 24 signos: los doce signos familiares del zodiaco, y los s?mbolos que representan a los doce miembros del sistema solar. Estos eran los doce dioses astrales de Mesopotamia, as? como de los hurritas, los hititas, los griegos y todos los dem?s panteones de la antig?edad.
(Fig. 98)

 

Aunque nuestra base de c?lculo natural es el n?mero diez, el n?mero doce se impregn? en todos los temas celestes y divinos mucho antes de que los sumerios desaparecieran. Hubo doce Titanes griegos, doce Tribus de Israel, doce partes en el m?gico pectoral del Sumo Sacerdote de Israel. El poder de este doce celeste se transmiti? a los doce Ap?stoles de Jes?s, e incluso en nuestro sistema decimal contamos del uno al doce, y s?lo tras el doce volvemos al ?diez y tres? (thirteen), ?diez y cuatro?, etc.


?De d?nde surgi?, pues, este poderoso y decisivo n?mero doce? De los cielos.


Pues el sistema solar -el mulmul- inclu?a tambi?n, adem?s de todos los planetas que conocemos, el planeta de Anu, aquel cuyo s?mbolo -un cuerpo celeste radiante- representaba en la escritura sumeria al dios Anu y a lo ?divino?. ?El kakkab del Cetro Supremo es una de las ovejas en mulmul?, explicaba un texto astron?mico. Y, cuando Marduk usurp? la supremac?a y sustituy? a Anu como el dios asociado a este planeta, los babilonios dijeron: ?El planeta de Marduk dentro de mulmul aparece?.


Al ense?arle a la humanidad la verdadera naturaleza de la Tierra y los cielos, los nefilim no s?lo informaron a los antiguos sacerdotes-astr?nomos de la existencia de los planetas m?s all? de Saturno, sino tambi?n de la existencia del planeta m?s importante, aquel del cual vinieron: EL DUOD?CIMO PLANETA.

 

Si deseas ver las im?genes de este texto me lo dices y te las hago llegar. Un saludo. Santiago

 

Dos libros de Zecharia Sitchin en la secci?n "Biblioteca"  de la Web de Conciencia Planetaria: www.concienciaplanetaria.es



 


 

 
 

From: Jorge Coello

             

 LA MAGIA DE LA ACEPTACI?N
 

por Hortensia Galvis




La experimentaci?n ha demostrado que, cuando t? aceptas la realidad tal como es, se produce un cambio interno que te libera del sufrimiento. Mientras que la no aceptaci?n, de las situaciones, o de las personas tal como son, conduce a la lucha para tratar de cambiarlas, y, en este empe?o lo ?nico que puedes conseguir es aumentar tu cuota de frustraci?n. Ten en cuenta que, a mayor terquedad y rebeld?a, m?s intensa y traum?tica ser? tu experiencia de fracaso.


Tu presencia ac? en la Tierra tiene un solo prop?sito: aprender a estabilizarte en la frecuencia de la felicidad interna, independientemente de lo que suceda en la realidad externa. Cada situaci?n que se te presenta ha sido dise?ada con la mira puesta en ese aprendizaje. Si tu mente se enfoca en oposici?n y rechazo, cuenta con que tendr?s que vivir la experiencia completa, hasta superarla. Mientras que si aceptas de antemano aquello que crees que te puede causar sufrimiento, no ser? necesaria la vivencia, porque has invalidado su raz?n de ser, ya que nada tendr? para ense?arte.


El primer paso para disolver y transformar una posible condici?n indeseable es la aceptaci?n. Pero si ya tus peores miedos han creado tu realidad presente, y ahora deseas que se disuelva esa experiencia, es necesario que te enfoques en descubrir cu?l es la correspondencia que creaste para obtener esos resultados, y adem?s hagas los ajustes necesarios en el mundo de las causas. Solo as? podr?s completar tu aprendizaje, liberarte del sufrimiento y trascender a una realidad m?s satisfactoria, creando nuevas oportunidades.


Para facilitar tu comprensi?n pondremos un ejemplo: cierta persona recibe dineros il?citos, o no paga las deudas que contrae (acci?n en el mundo de las causas). Un d?a su mundo se viene abajo porque otro fulano lo estafa, o es v?ctima de un atraco, situaci?n que le ocasiona p?rdidas cuantiosas, que afectan su patrimonio y su futuro (la cosecha que recibe como resultado). Si ?l, en primer lugar hubiera sido estricto en la forma de obtener, o manejar sus recursos, nunca habr?a atra?do la presencia del deshonesto, o del atracador de turno.


Una vez que los resultados se manifiesten, de nada servir? a este fulano lamentarse y sufrir. Su ?nica opci?n, para trascender su nivel de miseria, es aceptar la lecci?n, y preguntarse ?qu? he hecho yo para merecer esta experiencia? Una vez que comprenda cu?l fue su error, en el mundo de las causas, y lo corrija adecuadamente, el aprendizaje estar? completo y su realidad cambiar? para procurarle una situaci?n m?s favorable.


Hay hechos que podemos cambiar, pero hay otros que son inmodificables. Cuando no est? en mis manos alterar una situaci?n es porque hace parte de la pedagog?a divina, dise?ada para mi aprendizaje. Es obvio que si te colocas en posici?n de no aceptaci?n a la voluntad de la consciencia creadora, el camino que escoges estar? bloqueado por el sufrimiento y el fracaso.


Pero tampoco la vida se trata de la inacci?n total y de la inercia, pues ese ser?a el extremo, opuesto, donde tampoco existe la sabidur?a. ?C?mo s?, si lo que yo hago est? de acuerdo al plan divino? O, ?si mi prop?sito va en oposici?n a la voluntad de la consciencia creadora? Simplemente pregunto a la vida, si tengo el apoyo del universo, cada detalle debe fluir y encajar en forma perfecta. Por ejemplo: si deseo comprar un apartamento, a modo de pregunta inicio la acci?n de buscarlo y averiguar las condiciones para adquirirlo. Si el dinero fluye, mi esposa acepta el cambio, las condiciones que pone el vendedor son favorables y me siento bien en el sitio donde pienso mudarme etc., quiere decir que el universo me apoya, y puedo proceder a la compra del apartamento.


Si por el contrario, inicio la acci?n, pero nada fluye, sino que a cada paso encuentro diversos inconvenientes que atrancan mi prop?sito; entonces la respuesta es negativa: no te corresponde comprar ese apartamento. Sin embargo es permitido, por ley universal, que preguntes no menos de tres veces, y no m?s de siete. Si en el s?ptimo intento todav?a el camino est? bloqueado, lo indicado es que desistas. Permanece donde est?s, y trabaja un poco m?s la aceptaci?n y la comprensi?n de esa experiencia que ahora vives, todav?a no superada.


Si deseas transitar por el camino del sabio, tu pregunta clave es: ?qu? necesito aprender de la realidad que estoy viviendo? Si tu actitud es la de enfocarte en luchar contra aquello que la vida te da, comprende que estar?s rechazando tus mejores oportunidades de superaci?n y aprendizaje, y adem?s vivir?s estancado en las arenas movedizas del dolor y del fracaso.
 
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