EL DUOD?CIMO PLANETA
Secharia
Sitchin
La idea de que la Tierra pudiera haber sido
visitada por seres inteligentes de alg?n otro lugar postula la
existencia de otro cuerpo celeste sobre el cual estos seres
inteligentes hubieran establecido una civilizaci?n m?s
avanzada que la nuestra.
Las especulaciones con
respecto a la posibilidad de que la Tierra fuera visitada por
seres inteligentes de otro planeta se ha centrado hasta ahora
en nuestros vecinos Marte o Venus como lugar de origen de
estos seres. Sin embargo, ahora que ya se est? dando por
cierto que ninguno de estos planetas ha tenido vida
inteligente, ni mucho menos una civilizaci?n avanzada,
aquellos que creen en tales visitas a la Tierra est?n
contemplando la posibilidad de otras galaxias u otras
estrellas distantes como hogar de estos astronautas
extraterrestres.
La ventaja de estas propuestas es
que, aunque no se pueden demostrar, tampoco se pueden refutar.
La desventaja estriba en que los ?hogares? que sugieren est?n
fant?sticamente distantes de la Tierra, y requerir?an un viaje
de much?simos a?os a la velocidad de la luz. Los autores de
tales propuestas postulan, por tanto, la posibilidad de que
hubieran hecho un viaje s?lo de ida a la Tierra: un equipo de
astronautas en una misi?n sin retorno, o, quiz?s, en una nave
espacial perdida y sin control con la que hicieran un
aterrizaje forzoso en la Tierra.
Pero ?sta no es, precisamente, la
noci?n sumeria de la Morada Celeste de los Dioses.
Los sumerios aceptaban la existencia
de tal ?Morada Celeste?, de un ?lugar puro?, de una ?morada
primigenia?. Mientras que Enlil, Enki y Ninhursag iban a la
Tierra y hac?an su hogar en ella, su padre Anu permanec?a en
la Morada Celeste como su soberano. No s?lo hay referencias
espor?dicas en diversos textos, sino que tambi?n existen
?listas de dioses? detalladas donde se nombra a veintiuna
parejas divinas de la dinast?a, que precedieron a Anu en el
trono del ?lugar puro?.
El mismo Anu reinaba en una corte
extensa y de gran esplendor. Tal como cont? Gilgamesh (y el
Libro de Ezequiel lo confirma), era un lugar con un jard?n
artificial tachonado por completo de piedras semipreciosas.
All? resid?a Anu con su consorte oficial Antu y seis
concubinas, ochenta descendientes (de los cuales catorce eran
de Antu), un Primer Ministro, tres Comandantes a cargo de los
mu (naves espaciales), dos Comandantes de Armas, dos Grandes
Maestres del Conocimiento Escrito, un Ministro de la Bolsa,
dos Justicias Jefes, dos ?que impresionan con sonido?, y dos
Escribas Jefes con cinco Escribas Asistentes.
Los textos mesopot?micos se refieren
con frecuencia a la magnificencia de la morada de Anu y a los
dioses y armas que guardaban su puerta. El relato de Adapa nos
cuenta que el dios Enki, despu?s de proporcionarle a ?ste un
shem,
Le hizo tomar el camino hacia el
Cielo, y al Cielo subi?. Cuando lleg? al
Cielo, se acerc? a la Puerta de Anu. Tamuz y
Gizzida estaban all? de guardia en la Puerta de
Anu.
Custodiado por las armas divinas SHAR.UR
(?cazador real?) y SHAR.GAZ (?asesino real?), el sal?n del
trono de Anu era el lugar de la Asamblea de los Dioses. En
tales ocasiones, reg?a un estricto protocolo en el orden de
entrada y en los asientos:
Enlil entra en el sal?n del trono
de Anu, se sienta en el lugar de la tiara
derecha, a la derecha de Anu. Ea entra [en el
sal?n del trono de Anu], se sienta en el lugar de la
tiara sagrada, a la izquierda de
Anu.
Los Dioses del Cielo y de la
Tierra del antiguo Oriente Pr?ximo no s?lo ten?an su
origen en los cielos, sino que tambi?n pod?an volver a la
Morada Celeste. Anu bajaba a la Tierra espor?dicamente en
visitas de estado; Ishtar subi? a ver a Anu, al menos, en dos
ocasiones. El centro de Enlil en Nippur estaba equipado con un
?enlace cielo-tierra?. Shamash era el encargado de las ?guilas
y el lugar de lanzamiento de las naves espaciales. Gilgamesh
fue al Lugar de la Eternidad y volvi? a Uruk; Adapa tambi?n
hizo el viaje y volvi? para contarlo; y lo mismo se puede
decir del rey b?blico de Tiro.
Varios textos mesopot?micos tratan
del Apkallu, un t?rmino aca-dio que proviene del sumerio
AB.GAL (?grande que dirige?, o ?maestro que indica el
camino?). Gustav Guterbock determin? en un estudio
(Die Historische Tradition und Ihre Literarische Gestaltung
bei Babylonier und Hethiten) que ?stos eran los
?hombres-p?jaro? representados como las ??guilas? de las que
ya hemos hablado. Los textos que hablaban de sus haza?as
dec?an de uno de ellos que ?derrib? a Inanna del Cielo, para
al templo E-Anna hacerla descender?. ?sta y otras referencias
indican que estos Apkallu eran los pilotos de las naves
espaciales de los nefilim.
El viaje de ida y vuelta no s?lo era
posible sino que, adem?s, es algo que se da por supuesto desde
un principio, pues se nos dice que, tras decidir el
establecimiento en Sumer de la Puerta de los Dioses (Babili),
el l?der de los dioses explic?:
Cuando a la Fuente Originaria a
la asamblea ascend?is, habr? un sitio de descanso
para la noche para recibiros a todos. Cuando desde
los Cielos a la asamblea descend?is, habr? un
sitio de descanso por la noche para recibiros a
todos.
Al darse cuenta de que el viaje de ida y
vuelta entre la Tierra y la Morada Celeste no s?lo se daba por
hecho sino que se practicaba, la gente de Sumer no exili? a
sus dioses a galaxias lejanas. La Morada de los Dioses, seg?n
revela su legado, estaba dentro de nuestro propio sistema
solar.
Ya hemos visto a Shamash con su
uniforme oficial como Comandante de las ?guilas. En las
mu?ecas, lleva algo parecido a sendos relojes de pulsera
sujetos con cierres met?licos. En otras representaciones de
las ?guilas se puede observar que todos los importantes
'levaban estos objetos. No sabemos si eran meramente
decorativos o si ten?an alg?n prop?sito ?til. Pero todos los
estudiosos est?n de acuerdo en que estos objetos representaban
una roseta -un racimo circular de ?p?talos? irradiando desde
un punto central.
La roseta era el s?mbolo decorativo m?s
com?n de los templos en todos los pa?ses de la antig?edad,
predominante en Mesopotamia, Asia occidental, Anatolia,
Chipre, Creta y Grecia. Se acepta en general la idea de que la
roseta, como s?mbolo del templo, era la materializaci?n o la
estilizaci?n de un fen?meno celeste -un sol circundado por sus
sat?lites. El hecho de que los antiguos astronautas llevaran
este s?mbolo en las mu?ecas da credibilidad a esta
idea.
Existe una representaci?n de la Puerta de
Anu en la Morada Celeste que viene a confirmar el
conocimiento en la antig?edad de un sistema celeste como el de
nuestro Sol y sus planetas. La puerta est? flanqueada por dos
?guilas -indicando con ello que sus servicios son necesarios
para llegar a la Morada Celeste. El Globo Alado -el emblema de
la suprema divinidad- corona la puerta. Est? flanqueado por
los s?mbolos celestes del n?mero siete y el creciente,
representando -creemos- a Anu flanqueado por Enlil y
Enki.
?D?nde est?n los cuerpos celestes que
son representados por estos s?mbolos? ?D?nde est? la Morada
Celeste? El antiguo artista responde aun con otra
representaci?n, la de una gran deidad que extiende sus rayos a
once cuerpos celestes m?s peque?os que le circundan. Es la
representaci?n de un Sol, orbitado por once
planetas.
No es ?sta una representaci?n
aislada, tal como s? puede ver en otros sellos cil?ndricos,
como ?ste del Museo de Oriente Pr?ximo de la Antig?edad, en
Berl?n.
Si ampliamos el dios o cuerpo celeste
central del sello de Berl?n veremos que retrata a una gran
estrella que ernite rayos rodeada por once cuerpos celestes
-planetas. Estos, a su vez, descansan sobre una cadena de
veinticuatro globos m?s peque?os. ?Es s?lo una casualidad que
el n?mero total de ?lunas? o sat?lites de los planetas de
nuestro sistema solar (los astr?nomos excluyen los que tienen
menos de 16 kil?metros de di?metro) sea, exactamente, de
veinticuatro?
As? pues, tenemos un agarradero para
afirmar que estas representaciones -del Sol y once planetas-
reflejan nuestro sistema solar, pues los estudiosos nos dicen
que el sistema planetario del cual la Tierra forma parte est?
compuesto por el Sol, la Tierra y la Luna, Mercurio, Venus,
Marte, J?piter, Saturno, Urano, Neptuno y Plut?n. En total,
tendr?amos el Sol y s?lo diez planetas (si se cuenta a la Luna
como un planeta).
Pero esto no es lo que los sumerios
dec?an. Los sumerios afirmaban que nuestro sistema estaba
compuesto por el Sol y once planetas (contando la Luna), y
ten?an firmemente la opini?n deque, adem?s de los planetas que
conocemos hoy en d?a, hab?a un duod?cimo miembro del sistema
solar: el planeta madre de los nefilim. Le llamaremos el
Duod?cimo Planeta.
Antes de comprobar la precisi?n de
la informaci?n sumeria, vamos a hacer una revisi?n de la
historia de nuestro conocimiento de la Tierra y de los cielos
que la circundan.
Hoy sabemos que m?s all? de los
planetas gigantes J?piter y Saturno, a distancias
insignificantes en t?rminos del universo, pero inmensas en
t?rminos humanos, existen dos planetas importantes m?s (Urano
y Neptuno) y un tercero m?s peque?o (Plut?n), que pertenecen a
nuestro sistema solar. Pero este conocimiento es bastante
reciente. Urano fue descubierto, gracias a la utilizaci?n de
telescopios perfeccionados, en 1781. Tras observarlo durante
cincuenta a?os, algunos astr?nomos llegaron a la conclusi?n de
que su ?rbita revelaba la influencia de otro planeta m?s.
Guiados por estos c?lculos matem?ticos, el planeta
desaparecido -llamado Neptuno- fue localizado por los
astr?nomos en 1846. Despu?s, a finales del siglo xix, se hizo
evidente que Neptuno tambi?n se ve?a influenciado por otra
atracci?n gravitatoria desconocida. ?Acaso hab?a otro planeta
en nuestro sistema solar? El desconcierto se resolvi? en 1930,
con la observaci?n y localizaci?n de Plut?n.
As? pues, hasta 1780, durante muchos
siglos antes, la gente cre?a que hab?a siete miembros en
nuestro sistema solar: Sol, Luna, Mercurio, Venus, Marte,
J?piter y Saturno. La Tierra no contaba como planeta, porque
se pensaba que todos estos cuerpos celestes le daban vueltas a
la Tierra -el cuerpo celeste m?s importante creado por Dios,
con la creaci?n m?s importante de Dios, el Hombre, sobre ella.
En los libros de texto se dice que
fue Nicol?s Cop?rnico el que descubri? que la Tierra es
s?lo uno entre varios planetas de un sistema helioc?ntrico
(centrado en el Sol). Temiendo la ira de la Iglesia Cat?lica
por desafiar la postura de la posici?n central de la Tierra,
Cop?rnico public? su estudio (De revolutionibus
orbium coelestium) estando ya en el lecho de muerte, en
1543.
Espoleado a reexaminar siglos de
viejos conceptos astron?micos, debido, principalmente, a las
necesidades de la navegaci?n de la Era de los Descubrimientos,
y por los descubrimientos de Col?n (1492), Magallanes (1520) y
otros de que la Tierra no era plana sino esf?rica,
Cop?rnico se tuvo que basar en c?lculos matem?ticos y
en la b?squeda de respuestas en escritos antiguos. Uno de los
pocos eclesi?sticos que apoy? a Cop?rnico, el cardenal
Schonberg, le escribi? en 1536:
?Me he enterado de que usted no s?lo
conoce los fundamentos de las antiguas doctrinas
matem?ticas, sino que, adem?s, ha creado una nueva teor?a...
seg?n la cual la Tierra est? en movimiento y es el Sol el
que ocupa la posici?n fundamental y, por tanto,
cardinal?.
Los conceptos que se sosten?an por aquel
entonces se basaban en las tradiciones griega y romana de que
la Tierra, que era plana, estaba ?abovedada? por los distantes
cielos, en los cuales las estrellas estaban fijadas. Contra
aquel cielo tachonado de estrellas se mov?an los planetas (de
la palabra griega planetas, ?errante?) alrededor de la Tierra.
As? pues, hab?a siete cuerpos celestes, de donde tomaron su
origen los siete d?as de la semana y sus nombres: el Sol
(Sunday), la Luna (Lunes), Marte (Martes), Mercurio
(Mi?rcoles), J?piter (Jueves), Venus (Viernes), Saturno
(Saturday). (Fig.
90)
Estas nociones astron?micas proven?an de
las obras y codificaciones de Ptolomeo, un astr?nomo de
Alejandr?a, Egipto, del siglo II d.C. Sus tajantes
conclusiones eran que ?l Sol, la Luna y tos cinco planetas se
mov?an en c?rculos alrededor de la Tierra. La astronom?a
ptolemaica imper? durante m?s de 1300 a?os, hasta que
Cop?rnico puso al Sol en el centro.
Mientras que algunos hablan de
Cop?rnico como del ?Padre de la Astronom?a Moderna?, otros lo
ven m?s como a un investigador y reconstructor de antiguas
ideas. Lo cierto es que estudi? concienzudamente los escritos
de los astr?nomos griegos que precedieron a Ptolomeo,
como Hiparco y Aristarco de Samos. ?ste ?ltimo
suger?a, ya en el siglo III a.C, que los movimientos de los
cuerpos celestes se pod?an explicar mejor si el Sol, y no la
Tierra, ocupaba el centro del sistema. De hecho, 2000 a?os
antes de Cop?rnico, los astr?nomos griegos hicieron una lista
de los planetas en su orden correcto desde el Sol,
reconociendo as? que el Sol, y no la Tierra, era el punto
focal del sistema solar.
El concepto helioc?ntrico s?lo fue
redescubierto por Cop?rnico, y lo interesante del caso es que
los astr?nomos sab?an m?s en el 500 a.C. que en el 500 o 1500
d.C.
Lo cierto es que, en la actualidad,
los expertos tienen un hueso duro de roer a la hora de
explicar por qu?, primero los griegos y luego los romanos,
daban por hecho que la Tierra era plana, y que se elevaba por
encima de una capa de aguas turbias bajo las cuales estaba el
Hades o ?Infierno?, cuando algunas de las evidencias dejadas
por los astr?nomos griegos de los primeros tiempos indican que
ya sab?an que no era as?.
Hiparco, que vivi? en Asia Menor en
el siglo II a.C, trat? del ?desplazamiento del signo en el
solsticio y el equinoccio?, un fen?meno llamado ahora
precesi?n de los equinoccios. Pero este fen?meno s?lo se puede
explicar en t?rminos de una ?astronom?a esf?rica?, donde la
Tierra est? rodeada por otros cuerpos celestes como una esfera
dentro de un universo esf?rico.
Entonces, ?sab?a Hiparco que la
Tierra era un globo, e hizo sus c?lculos en t?rminos de una
astronom?a esf?rica? Pero a?n hay otra pregunta igualmente
importante. El fen?meno de la precesi?n se pod?a observar al
relacionar la llegada de la primavera con la posici?n del Sol
(visto desde la Tierra) en una constelaci?n zodiacal dada.
Pero el cambio de una casa zodiacal a otra requiere 2.160 a?os
Ciertamente, Hiparco no pod?a haber vivido lo suficiente como
para hacer esa observaci?n astron?mica. As? pues, ?de d?nde
obtuvo esa informaci?n?
Eudoxo de Cnido, otro
matem?tico y astr?nomo griego que vivi? en Asia Menor dos
siglos antes que Hiparco, dise?? una esfera celeste, una copia
de la cual fue erigida en Roma junto con la estatua de Atlas
aguantando el mundo. Los dibujos de la esfera representaban
las constelaciones zodiacales. Pero, si Eudoxo concibi? los
cielos como una esfera, ?d?nde estaba la Tierra con relaci?n a
los cielos??Acaso pensaba que el globo celeste descansaba
sobre una Tierra plana -una disposici?n de lo m?s torpe-, o es
que sab?a que la Tierra era esf?rica y pensaba que estaba
rodeada por la esfera celeste? (Fig. 91)
Los trabajos de Eudoxo, cuyos originales
se perdieron, nos han llegado gracias a los poemas de Arato,
que, en el siglo III a.C, ?tradujo? al lenguaje po?tico los
hechos expuestos por el astr?nomo. En este poema (que debi?
resultarle familiar a San Pablo, puesto que lo cit?), se
describen las constelaciones detalladamente, ?trazadas por
todo alrededor?; y remite su agrupaci?n y denominaci?n a una
?poca muy remota. ?Unos hombres de antiguo una nomenclatura
pensaron y dise?aron, y formas apropiadas
encontraron?.
?Qui?nes fueron los ?nombres de
antiguo? a los cuales atribu?a Eudoxo la denominaci?n de las
constelaciones?
Bas?ndose en ciertas pistas del poema,
los astr?nomos modernos creen que los versos griegos describen
los cielos tal como se ve?an en Mesopotamia alrededor del 2200
a.C.
El hecho de que tanto Hiparco como
Eudoxo vivieran en Asia Menor aumenta las probabilidades de
que obtuvieran sus conocimientos de fuentes hititas. Quiz?s,
incluso visitaron la capital hitita y vieron all? la divina
procesi?n tallada en las rocas; pues entre los dioses que
desfilan hay dos hombres-toro que sostienen un globo -una
imagen que bien pudiera haber inspirado a Eudoxo para esculpir
el Atlas y la esfera celeste. (Fig. 92)
?Estaban los primeros astr?nomos griegos
que viv?an en Asia Menor mejor informados que sus sucesores
debido a que pudieron beber de fuentes
mesopot?micas?
Hiparco, de hecho, confirm? en sus
escritos que sus estudios se basaron en un conocimiento
acumulado y verificado durante milenios. Y nombr? a sus
mentores, ?los astr?nomos babilonios de Erek, Borsippa y
Babilonia?. Gemino de Rodas indic? a los ?caldeos? (los
antiguos babilonios) como los descubridores de los movimientos
exactos de la Luna. El historiador Diodoro S?culo, en el siglo
i a.C, confirm? la exactitud de la astronom?a mesopot?mica, y
afirm? que ?los caldeos dieron nombre a los planetas... en el
centro de su sistema estaba el Sol, la luz m?s grande, del
cual los planetas eran 'descendientes', reflejando la posici?n
y el brillo del Sol?.
La fuente reconocida del conocimiento
astron?mico griego era, entonces, Caldea; invariablemente,
aquellos primitivos caldeos pose?an un conocimiento mayor y
m?s preciso que el de los pueblos que les siguieron. Durante
generaciones, por todo el mundo antiguo, el nombre ?caldeo?
fue sin?nimo de ?observadores de estrellas?, de
astr?nomos.
Dios le dec?a a Abraham, que sali? de
?Ur de los Caldeos?, que mirara a las estrellas, cada vez que
hablaba de las futuras generaciones hebreas. De hecho, el
Antiguo Testamento est? repleto de informaci?n astron?mica.
Jos? se comparaba a s? mismo y a sus hermanos con doce cuerpos
celestes, y el patriarca Jacob bendijo a sus doce hijos
relacion?ndolos con las doce constelaciones del zodiaco. En
los Salmos y en el Libro de Job se refieren una y otra vez a
fen?menos celestes, a las constelaciones del zodiaco y a otros
grupos de estrellas (como las Pl?yades). As? pues, el
conocimiento del zodiaco, la divisi?n cient?fica de los cielos
y otros datos astron?micos eran bien conocidos en el antiguo
Oriente Pr?ximo bastante antes de la ?poca de la Grecia
cl?sica.
El alcance de la astronom?a
mesopot?mica, en la que se basaron los primitivos astr?nomos
griegos, debe haber sido enorme, pues, s?lo con lo que los
arque?logos han encontrado, nos ver?amos ante una avalancha de
textos, inscripciones, impresiones de sellos, relieves,
dibujos, listas de cuerpos celestes, presagios, calendarios,
tablas horarias de amaneceres y puestas del Sol y los
planetas, predicciones de eclipses...
Muchos de estos textos tard?os eran,
ciertamente, m?s astrol?gicos que astron?micos por naturaleza.
Los cielos y los movimientos de los cuerpos celestes parec?an
ser la principal preocupaci?n de los poderosos reyes, de los
sacerdotes de los templos y de la gente de la tierra en
general; el objetivo de los observadores de estrellas parec?a
ser el de encontrar en los cielos la respuesta al curso de los
asuntos en la Tierra: guerra, paz, abundancia,
hambruna.
Compilando y analizando centenares de
textos del primer milenio a.C, R. C. Thompson (The
Reports ofthe Magicians and Astro-logers of Nineveh and
Babylon) pudo demostrar que estos observadores de
estrellas estaban interesados en el destino de la tierra, de
su gente y de su soberano desde un punto de vista nacional, y
no se preocupaban del destino individual (como ocurre en la
actualidad con la astrolog?a ?horosc?pica?):
Si la Luna en el momento calculado
no se ve, habr? una invasi?n de una poderosa
ciudad. Si un cometa se cruza con el sendero del
Sol, el flujo del campo descender?; un tumulto
suceder? dos veces. Si J?piter va con Venus, las
oraciones de la tierra alcanzar?n el coraz?n de los
dioses. Si el Sol se coloca en la posici?n de la
Luna, el rey de la tierra estar? seguro en el
trono.
Incluso esta astrolog?a precisaba de un
conocimiento astron?mico amplio y preciso, conocimiento sin el
cual no se hubieran podido hacer los presagios. Los
mesopot?micos, en posesi?n de tales conocimientos, distingu?an
entre las estrellas ?fijas? y los planetas ?errantes?, y
sab?an que el Sol y la Luna ni eran estrellas fijas ni
planetas ordinarios. Estaban familiarizados con los cometas,
los meteoritos y otros fen?menos celestes, y pod?an calcular
las relaciones entre los movimientos del Sol, la Luna y la
Tierra, y predecir eclipses. Segu?an los movimientos de los
cuerpos celestes y los relacionaban con la ?rbita de la Tierra
y con la rotaci?n a trav?s del sistema hel?aco -sistema que
a?n se utiliza hoy y que mide la salida y la puesta de las
estrellas y los planetas en los cielos de la Tierra con
relaci?n al Sol.
Para seguir el rastro de los
movimientos de los cuerpos celestes y sus posiciones en los
cielos con relaci?n a la Tierra y entre s?, los babilonios y
los asirios dispon?an de unas precisas tablas de efem?rides.
En ellas se listaban y se predec?an las posiciones futuras de
los cuerpos celestes. El profesor George Sarton
(Chaldean Astronomy of the Last Three Centuries B.c.)
descubri? que las hab?an calculado seg?n dos m?todos: uno
tard?o, utilizado en Babilonia, y otro m?s antiguo, de Uruk.
Pero el descubrimiento inesperado es que el m?s antiguo, el
m?todo de Uruk, era m?s sofisticado y preciso que el sistema
tard?o, y justific? esta sorprendente situaci?n concluyendo
que las err?neas nociones astron?micas de griegos y romanos
vinieron como resultado del cambio a una filosof?a que
explicaba el mundo en t?rminos geom?tricos, mientras que los
sacerdotes-astr?nomos de Caldea segu?an las f?rmulas y las
tradiciones prescritas de Sumer.
El descubrimiento de las
civilizaciones mesopot?micas, realizado con las excavaciones
efectuadas en los ?ltimos cien a?os, no deja lugar a dudas de
que, tanto en el campo de la astronom?a como en otros muchos
campos, las ra?ces de nuestro conocimiento est?n profundamente
arraigadas en Mesopotamia. Tambi?n en este campo hemos
recurrido a y continuamos el patrimonio de Sumer.
Las conclusiones de Sarton se
han visto refrendadas por los extensos estudios del profesor
O. Neugebauer (Astronomical Cuneiform Texts),
que se qued? asombrado al descubrir que las efem?rides, con lo
precisas que eran, no se basaban en las observaciones de los
astr?nomos babilonios que las prepararon, puesto que ?stos las
hab?an calculado ?a partir de unos esquemas aritm?ticos
fijos... que ven?an dados y que no deb?an trastocar? los
astr?nomos que los utilizaban.
Esta observancia autom?tica de los
?esquemas aritm?ticos? se realizaba con la ayuda de unos
?textos de procedimiento? que acompa?aban a las efem?rides y
que ?daban las normas, paso a paso, para el c?lculo de las
efem?rides?, seg?n una ?estricta teor?a matem?tica?.
Neugebauer lleg? a la conclusi?n de que los astr?nomos
babilonios ignoraban las teor?as sobre las que se basaban las
efem?rides y sus c?lculos matem?ticos, y admiti? tambi?n que
?el fundamento emp?rico y te?rico? de estas precisas tablas se
les escapa tambi?n, en gran medida, a los expertos modernos.
Sin embargo, est? convencido de que las antiguas teor?as
astron?micas ?deben haber existido, porque es imposible
dise?ar unos esquemas de c?lculo tan complicados sin un plan
sumamente elaborado?.
El profesor Alfred Jeremias
(Handbuch der Altorientalischen Geistkultur) lleg? a la
conclusi?n de que los astr?nomos mesopot?micos estaban
familiarizados con el fen?meno de la retrogradaci?n, el
aparente curso err?tico y serpentino de los planetas tal como
se ven desde la Tierra, causado por el hecho de que la Tierra
?rbita al Sol con mayor rapidez o lentitud en relaci?n con los
otros planetas. La trascendencia de este conocimiento radica
no s?lo en el hecho de que la retrogradaci?n es un fen?meno
relacionado con las ?rbitas alrededor del Sol, sino tambi?n en
el hecho de que se debi? requerir de largos per?odos de
observaci?n para dominarla y trazarla.
?D?nde se desarrollaron estas
complicadas teor?as, y qui?n hizo esas observaciones sin las
cuales jam?s se habr?an podido desarrollar? Neugebauer
indica que ?en los textos de procedimiento, nos encontramos
con un gran n?mero de t?rminos t?cnicos de lectura totalmente
desconocida, si no de significado desconocido?. Alguien, mucho
antes de los babilonios, pose?a un conocimiento astron?mico y
matem?tico muy superior al de las posteriores culturas de
Babilonia, Asir?a, Egipto, Grecia y Roma.
Los babilonios y los asirios
consagraron una parte sustancial de sus esfuerzos astron?micos
a mantener un calendario preciso. Al igual que el calendario
jud?o actual, el suyo era un calendario solar-lunar en el que
se vinculaba (se ?intercalaba?) el a?o solar de poco m?s de
365 d?as con un mes lunar de poco menos de 30 d?as. Aunque el
calendario era importante para los negocios y otras
necesidades mundanas, se requer?a que fuera preciso,
principalmente, para determinar el d?a y el momento exactos
del A?o Nuevo y de otras celebraciones y cultos a los
dioses.
Para medir y vincular los intrincados
movimientos del Sol, la Tierra, la Luna y dem?s planetas, los
sacerdotes-astr?nomos mesopot?micos se basaban en una compleja
astronom?a esf?rica. La Tierra se ten?a por una esfera con un
ecuador y unos polos; tambi?n los cielos se divid?an con unas
imaginarias l?neas ecuatoriales y polares. El paso de los
cuerpos celestes se relacionaba con la ecl?ptica, la
proyecci?n del plano de la ?rbita de la Tierra alrededor del
Sol sobre la esfera celeste; los equinoccios (los puntos y los
momentos en los cuales el Sol, en su movimiento anual
aparente, cruza al norte y al sur el ecuador celeste); y los
solsticios (el momento en que el Sol, durante su movimiento
anual aparente a lo largo de la ecl?ptica, se encuentra en su
mayor declinaci?n norte o sur). Todos estos conceptos
astron?micos se vienen utilizando hasta el d?a de
hoy.
Pero los babilonios y los asirios no
inventaron el calendario ni los ingeniosos m?todos para
calcularlo. Sus calendarios -as? como los nuestros- tuvieron
su origen en Sumer. Los expertos han encontrado all? un
calendario, en uso desde los tiempos m?s primitivos, que es la
base de todos los calendarios posteriores. El principal
calendario y modelo era el calendario de Nippur, sede y centro
de Enlil. El calendario que usamos en la actualidad tiene como
modelo el calendario nippuriano.
Los sumerios consideraban que el A?o
Nuevo comenzaba en el momento exacto en que el Sol cruzaba el
equinoccio de primavera. El profesor Stephen Langdon
(Tablets from the Archives of Drehem) descubri? que en
los archivos dejados por Dungi, un soberano de Ur de alrededor
del 2400 a.C, se observa que para el calendario de Nippur se
seleccionaba determinado cuerpo celeste que, al oponerlo con
el ocaso, permit?a determinar el momento exacto de la llegada
del A?o Nuevo. Y esto, concluy? Langdon, se hizo ?quiz?s 2000
a?os antes de la ?poca de Dungi?, es decir, ?alrededor del
4400 a.C!
?Acaso es posible que los sumerios,
casi sin instrumental, tuvieran, no obstante, el sofisticado
saber-hacer astron?mico y matem?tico que requieren una
geometr?a y una astronom?a esf?ricas? Pues s?, lo ten?an, y su
lenguaje lo demuestra. Ten?an un t?rmino -DUB- que
significaba (en astronom?a) la ?circunferencia del mundo? de
360 grados, en relaci?n con la cual hablaban ellos de la
curvatura o arco de los cielos. Para sus c?lculos astron?micos
y matem?ticos, crearon el AN.UR, un ?horizonte celeste?
imaginario contra el cual pod?an calcular el orto y el ocaso
de los cuerpos celestes. En perpendicular a este horizonte,
extendieron una l?nea vertical imaginaria, el NU.BU.SAR.DA;
con su ayuda obten?an el c?nit, al que llamaban AN.PA.
Trazaron las l?neas a las que llamamos meridianos y las
llamaban ?los yugos graduados?; y a las l?neas de latitud les
llamaban ?l?neas medias del cielo?. A la l?nea de latitud que
marca el solsticio de verano, por ejemplo, la llamaban AN.BIL
(?punto ?gneo de los cielos?).
Las obras maestras literarias
acadias, hurritas, hititas y de otras culturas del antiguo
Oriente Pr?ximo, por ser traducciones o versiones de
originales sumerios, estaban repletas de palabras prestadas
del sumerio, muchas de las cuales ten?an relaci?n con
fen?menos y cuerpos celestes. Los eruditos babilonios y
asirios que hac?an listas de estrellas o calculaban los
movimientos planetarios sol?an anotar los originales sumerios
en las tablillas que estaban copiando o traduciendo. Los
25.000 textos dedicados a la astronom?a y a la astrolog?a que
se dice que hab?a en la biblioteca de Assurbanipal en N?nive
llevaban con frecuencia el reconocimiento de sus or?genes
sumerios.
Los escribas de la principal serie
astron?mica, que los babilonios llamaban ?El D?a del Se?or?,
declaraban haberla copiado de una tablilla sumeria escrita en
la ?poca de Sarg?n de Acad, en el tercer milenio a.C. Una
tablilla fechada en la tercera dinast?a de Ur, tambi?n en el
tercer milenio a.C, describe y hace una relaci?n tan clara de
los cuerpos celestes, que los expertos modernos tienen pocas
dificultades en reconocer el texto como una clasificaci?n de
constelaciones, entre las que est?n la Osa Mayor, el Drag?n,
Lira, Cisne y Cefeo, y el Tri?ngulo, en los cielos
septentrionales; Orion, Can Mayor, Hidra, el Cuervo y el
Centauro en los cielos meridionales; y las familiares
constelaciones zodiacales en la banda celeste
central.
En la antigua Mesopotamia, los
secretos del conocimiento celeste se guardaban, se estudiaban
y transmit?an a trav?s de una casta de sacerdotes-astr?nomos.
Fue as?, quiz?s por aptitud, que los tres eruditos a los que
se reconoce el m?rito de habernos devuelto esta perdida
ciencia ?caldea? tuvieran que ser, tambi?n, sacerdotes, pero,
en este caso, jesuitas: Joseph Epping, Johann
Strassman y Franz X. Kugler. Kugler, en su
obra maestra Sternkunde und Sterndienst in Babel,
analiz?, descifr?, clasific? y explic? gran cantidad de textos
y listas. En cierto caso, ?volviendo hacia abajo los cielos?
matem?ticamente, fue capaz de demostrar que una lista de 33
cuerpos celestes de los cielos babilonios del 1800 a.C.
?estaba h?bilmente dispuesta de acuerdo con las agrupaciones
que se hacen hoy en d?a!
Tras un enorme trabajo de decisi?n
sobre cu?les eran los verdaderos grupos y cu?les eran,
simplemente, subgrupos, la comunidad astron?mica mundial
acord? (en 1925) dividir los cielos, tal como se ven desde la
Tierra, en tres regiones -septentrional, central y meridional-
y agrupar las estrellas en ellos en 88 constelaciones. Al
final, result? que no hab?a nada nuevo en esta disposici?n, ya
que los sumerios hab?an sido los primeros en dividir los
cielos en tres bandas o ?caminos? -el ?camino? septentrional,
al que se le puso el nombre de Enlil; el meridional, al que se
le puso el nombre de Ea; y la banda central, que fue el
?Camino de Anu?- y en asignarles diversas constelaciones. La
banda central de hoy en d?a, la banda de las doce
constelaciones del zodiaco, se corresponde exactamente con el
Camino de Anu, en el cual los s?menos agruparon las estrellas
en doce casas.
En la antig?edad, al igual que hoy,
el fen?meno estaba relacionado con el concepto del zodiaco. El
gran c?rculo de la Tierra alrededor del Sol se dividi? en doce
partes iguales, de treinta grados cada una. Las estrellas que
se ve?an en cada uno de estos segmentos o ?casas? se agruparon
en una constelaci?n, cada una de las cuales recibi? un nombre
en funci?n de la forma que las estrellas del grupo parec?an
crear.
Debido a que las constelaciones y sus
subdivisiones, e, incluso, las estrellas individuales dentro
de las constelaciones, llegaron a la civilizaci?n occidental
con nombres y representaciones completamente prestados de la
mitolog?a griega, el mundo occidental crey? durante casi dos
milenios que hab?an sido los griegos los que hab?an conseguido
este logro. Pero, en la actualidad, vemos claramente que los
primitivos astr?nomos griegos adaptaron a su lengua y a su
mitolog?a una astronom?a ya construida por los sumerios. Ya
hemos indicado de qu? forma obtuvieron sus conocimientos
Hiparco, Eudoxo y otros. Incluso Tales, el astr?nomo griego de
importancia m?s antiguo, del cual se dice que predijo el
eclipse total de sol del 28 de Mayo de 585 a.C. que detuvo la
guerra entre lidios y medas, admiti? que las fuentes de su
conocimiento eran de origen mesopot?mico pre-semita, es decir,
sumerio.
La palabra ?zodiaco? proviene del
griego zodiakos kyklos (?c?rculo animal?), debido a que el
dise?o de los grupos de estrellas se asemejaban por su forma a
un le?n, unos peces, etc. Pero esos nombres y formas
imaginarias se originaron, realmente, en Sumer, donde a las
doce constelaciones del zodiaco se les llam? UL.UE (?reba?o
brillante?):
1. GU.AN.NA (?toro
celeste?), Tauro. 2. MASH.TAB.BA (?gemelos?),
nuestro G?minis. 3. DUB (?pinzas?, ?tenazas?),
el Cangrejo o C?ncer. 4. UR.GULA (?le?n?), al
que llamamos Leo. 5. AB.SIN (?el padre de ella
era Sin?), la Doncella, Virgo. 6. ZI.BA.AN.NA
(?destino celeste?), la balanza o Libra. 7.
GIR.TAB (?lo que pinza y corta?), Escorpio. 8.
PA.BIL (?defensor?), el Arquero, Sagitario. 9.
SUHUR.MASH (?pez-cabra?), Capricornio. 10. GU (?se?or
de las aguas?), el Aguador, Acuario. 11. SIM.MAH
(?peces?), Piscis. 12. KU.MAL (?morador del campo?),
el Carnero, Aries.
Las representaciones gr?ficas o signos
del zodiaco, al igual que sus nombres, se han conservado
virtualmente intactas desde su introducci?n en
Sumer. (Fig.
93)
Hasta la aparici?n del telescopio, los
astr?nomos europeos aceptaban s?lo las 19 constelaciones
reconocidas por Ptolomeo en el hemisferio norte. Hacia 1925,
cuando se acord? la clasificaci?n actual, se hab?an reconocido
28 constelaciones en lo que los sumerios llamaban el Camino de
Enlil. No deber?a de sorprendernos que, a diferencia de
Ptolomeo, los primitivos sumerios reconoc?an, identificaban,
nombraban y listaban ?todas las constelaciones del hemisferio
norte!
El Camino de Ea plante? serios
problemas a los asiri?logos que asumieron la inmensa tarea de
desentra?ar el conocimiento astron?mico antiguo no s?lo en los
t?rminos del conocimiento moderno, sino tambi?n bas?ndose en
el aspecto que deb?an tener los cielos hace siglos o milenios.
Observando los cielos meridionales desde Ur o Babilonia, los
astr?nomos mesopot?micos s?lo pod?an ver poco m?s de la mitad
de los cielos del hemisferio sur; el resto se encontraba por
debajo del horizonte. Sin embargo, aunque correctamente
identificadas, algunas de las constelaciones del Camino de Ea
estaban por debajo del horizonte. Pero, para los expertos, a?n
se planteaba un problema mayor. Si, como supon?an, los
mesopot?micos cre?an (como los griegos m?s tarde) que la
tierra era una masa de tierra firme sobre la ca?tica oscuridad
de un mundo inferior (el griego Hades) -un disco plano sobre
el cual se arqueaban los cielos en semic?rculo-, ?no deber?a
de haber absolutamente ning?n cielo en el sur!
Limitados por la suposici?n de que
los mesopot?micos sosten?an la idea de una Tierra plana, los
estudiosos modernos no pod?an permitir que sus conclusiones
les llevaran muy por debajo de la l?nea ecuatorial que divide
el norte del sur. Sin embargo, las evidencias demuestran que
los tres ?caminos? sumerios abarcaban todos los cielos del
globo, no del plano, terrestre.
En 1900, T. G. Pinches inform?
en la Royal Asiatic Society que hab?a reconstruido
completamente un astrolabio (literalmente, ?cogedor de
estrellas?) mesopot?mico. Pinches les mostr? un disco
circular, dividido como una tarta en doce secciones y tres
anillos conc?ntricos, dando como resultado un campo de 36
porciones. El dise?o total ten?a el aspecto de una roseta de
doce ?p?talos?, cada uno de los cuales ten?a el nombre de un
mes escrito en ?l. Pinches los marc? del I al XII por
conveniencia, comenzando con Nisannu, el primer mes del
calendario mesopot?mico. (Fig. 94)
click imagen para
agrandar
Cada una de las 36 secciones ten?a
tambi?n un nombre con un circulito debajo, dando a entender
que era la denominaci?n de un cuerpo celeste. Desde entonces,
estos nombres se han encontrado en muchos textos y ?listas de
estrellas?, e, indudablemente, son los nombres de
constelaciones, estrellas o planetas.
Cada una de las 36 secciones ten?a
escrito tambi?n un n?mero debajo del nombre del cuerpo
celeste. En el anillo interior, los n?meros iban del 30 al 60;
en el anillo central, del 60 (escrito como ?1?) al 120 (?2? en
el sistema sexagesimal, que significa 2 x 60 = 120); y en el
anillo exterior, del 120 al 240. ?Qu? representaban estos
n?meros?
Casi cincuenta a?os despu?s de la
presentaci?n de Pinches, el astr?nomo y asiri?logo O.
Neugebauer (A History ofAncient Astronomy: Problems and
Methods) s?lo pudo decir que ?la totalidad del texto
conforma una especie de mapa celeste esquem?tico... en cada
uno de los 36 campos encontramos el nombre de una constelaci?n
y unos n?meros sencillos cuyo significado a?n no est? claro?.
Un destacado experto en el tema, B. L. Van der Waerden
(Babylonian Astronomy: The Thirty-Six Stars),
reflexionando sobre el aparente ascenso y descenso de los
n?meros seg?n un ritmo, s?lo pudo sugerir que ?los n?meros
tienen algo que ver con la duraci?n de la luz
diurna?.
Creemos que el rompecabezas se puede
resolver s?lo con que descartemos la idea de que los
mesopot?micos cre?an en una Tierra plana, y con que
reconozcamos que sus conocimientos astron?micos eran tan
buenos como los nuestros, no porque tuvieran mejores
instrumentos de los que tenemos nosotros, sino porque sus
fuentes de informaci?n proven?an de los nefilim.
Sugerimos que los enigm?ticos n?meros
representan grados del arco celeste, con el Polo Norte como
punto de inicio, y que el astrolabio era un planisferio, la
representaci?n de una esfera sobre una superficie
plana.
Mientras los n?meros aumentan o
decrecen, los de las secciones opuestas en el Camino de Enlil
(como Nisannu-50, Tashritu-40) suman 90, en el Camino de Anu
suman 180, y en el Camino de Ea suman 360 (como Nisannu 200,
Tashritu 160). Estas cifras son demasiado familiares como para
ser mal interpretadas; representan los segmentos de una
circunferencia esf?rica completa: un cuarto del camino (90
grados), medio camino (180 grados) y el c?rculo total (360
grados).
Los n?meros dados para el Camino de
Enlil est?n emparejados as? para mostrar que este segmento
sumerio de los cielos septentrionales se extend?a unos 60
grados desde el Polo Norte, bordeando el Camino de Anu en los
30 grados por encima del ecuador. El Camino de Anu era
equidistante a ambos lados del ecuador, llegando a los 30
grados sur por debajo de ?ste. Despu?s, m?s al sur y en lo m?s
alejado del Polo Norte, estaba el Camino de Ea, esa parte de
la Tierra y del globo celeste que se encuentra entre los 30
grados sur y el Polo Sur. (Fig. 95)
Los n?meros de las secciones del Camino
de Ea suman 180 grados en Addaru (Febrero-Marzo) y Ululu
(Agosto-Septiembre). El ?nico punto que est? a 180 grados del
Polo Norte, tanto si vas al sur por el este como si vas por el
oeste, es el Polo Sur. Y esto s?lo se puede sostener como
cierto si uno est? tratando con una esfera.
La precesi?n es un fen?meno que viene
provocado por el bamboleo del eje norte-sur de la Tierra, y
que lleva a que el Polo Norte (el que apunta a la Estrella
Polar) y el Polo Sur tracen un gran c?rculo en los cielos. El
aparente retardo de la Tierra contra las constelaciones de
estrellas suma alrededor de 55 segundos de arco por a?o, o un
grado cada 72 a?os. El gran c?rculo -el tiempo que le lleva al
Polo Norte terrestre volver a apuntar a la Estrella Polar-
emplea, por tanto, 25.920 a?os (72 por 360), y esto es lo que
los astr?nomos llaman el Gran A?o o el A?o Plat?nico (pues,
seg?n parece, Plat?n tambi?n sab?a de este
fen?meno).
El orto y el ocaso de diversas
estrellas se ten?a por importante en la antig?edad, y el
c?lculo preciso del equinoccio de primavera, que daba entrada
al A?o Nuevo, se relacionaba con la casa zodiacal en la cual
ten?a lugar. Debido a la precesi?n, el equinoccio de primavera
y los dem?s fen?menos celestes, al retardarse de a?o en a?o,
terminaba por retrasarse todo un signo zodiacal cada 2.160
a?os. Nuestros astr?nomos contin?an empleando el ?punto cero?
(?el primer punto de Aries?), que marc? el equinoccio de
primavera alrededor del a?o 900 a.C, pero este punto se
encuentra ahora bien entrado en la casa de Piscis. En los
alrededores del 2100 d.C, el equinoccio de primavera comenzar?
a ocupar la casa precedente, la de Acuario. Esto es lo que
est?n queriendo decir los que afirman que estamos a punto de
entrar en la Era de Acuario. (Fig. 96)
Debido a que el cambio de una casa
zodiacal a otra lleva m?s de dos milenios, los expertos se
preguntan c?mo y d?nde pudo enterarse Hiparco del tema de la
precesi?n en el siglo II a.C. Ahora sabemos que su fuente fue
sumeria. Los descubrimientos del profesor Langdon revelan que
el calendario nippuriano, establecido alrededor del 4400 a.C,
en la Era de Tauro, refleja el conocimiento de la precesi?n y
el cambio de casas zodiacales que tuvo lugar 2.160 a?os antes
de ?se. El profesor Jeremias, que vincul? los textos
astron?micos mesopot?micos con los textos astron?micos
hititas, tambi?n era de la opini?n de que las tablillas
astron?micas m?s antiguas registraban el cambio de Tauro a
Aries, y lleg? a la conclusi?n de que los astr?nomos
mesopot?micos predijeron y anticiparon el cambio de Aries a
Piscis.
Suscribi?ndose a estas conclusiones,
el profesor Willy Hartner (The Earliest History of
the Constellations in the Near East) suger?a que los
sumerios dejaron abundantes evidencias gr?ficas a tal efecto.
Cuando el equinoccio de primavera estaba en el signo de Tauro,
el solsticio de verano ten?a lugar en Leo. Hartner llam? la
atenci?n sobre el recurrente motivo del ?combate? entre un
toro y un le?n que aparece en las representaciones sumerias de
las ?pocas m?s primitivas, y sugiri? que estos motivos
reflejaban las posiciones claves de las constelaciones de
Tauro (Toro) y Leo (Le?n) para un observador en los 30 grados
norte (la posici?n de Ur) alrededor del 4000 a.C. (Fig. 97)
La mayor?a de los expertos consideran que
la insistencia de los sumerios en Tauro como su primera
constelaci?n no s?lo es una evidencia de la antig?edad del
zodiaco -fechado en los alrededores del 4000 a.C-, sino
tambi?n una prueba del momento en que la civilizaci?n sumeria
tuvo sus repentinos comienzos. El profesor Jeremias
(The Old Testament in the Light of the Ancient East)
encontr? evidencias que demostraban que el ?punto cero?
cronol?gico-zodiacal sumerio se puso precisamente entre el
Toro y los Gemelos; por ?ste y por otros datos, lleg? a la
conclusi?n de que el zodiaco se traz? en la Era de G?minis
(los Gemelos), es decir, a?n antes de que comenzara la
civilizaci?n sumeria. Una tablilla sumeria que hay en el Museo
de Berl?n (VAT.7847) comienza la lista de constelaciones
zodiacales con la de Leo, con lo que nos remonta a los
alrededores del 11.000 a.C, cuando el Hombre reci?n comenzaba
a labrar la tierra.
Pero el profesor H. V.
Hilprecht (The Babylonian Expedition of the University
of Pennsylvani?) fue a?n m?s lejos. Estudiando miles de
tablillas que llevaban tabulaciones matem?ticas, lleg? a la
conclusi?n de que ?todas las tablas de multiplicaci?n y de
divisi?n de las bibliotecas de los templos de Nippur y Sippar,
y de la biblioteca de Assurbanipal [en N?nive] se basan en [el
n?mero] 12960000?. Al analizar este n?mero y su significado,
Hilprecht concluy? que s?lo pod?a estar relacionado con el
fen?meno de la precesi?n, y que los sumerios conoc?an el Gran
A?o de 25.920 a?os.
Claro est? que ?sta es una
sofisticaci?n astron?mica fant?stica en una ?poca
imposible.
Del mismo modo que es evidente que
los astr?nomos sumerios pose?an un conocimiento que,
posiblemente, no pod?an haber adquirido por s? mismos, tambi?n
existen evidencias que demuestran que gran parte de su
conocimiento no eran de uso pr?ctico para ellos.
Esto no s?lo tiene que ver con los
sofisticad?simos m?todos astron?micos que se utilizaban
-?qui?n en la antigua Sumer necesitaba realmente establecer un
ecuador celeste, por ejemplo?-, sino tambi?n con la gran
diversidad de textos elaborados que tratan de la medida de
distancias entre las estrellas.
Uno de estos textos, conocido como
AO.6478, hace una lista de 26 estrellas visibles importantes a
lo largo de una l?nea que, en la actualidad, llamamos el
Tr?pico de C?ncer, y da las distancias entre ellas, medidas de
tres formas diferentes. El texto nos da primero las distancias
entre estas estrellas en una unidad llamada mana shukultu
(?medido y pesado?). Se cree que ?ste era un ingenioso
dispositivo que establec?a una relaci?n entre el peso del agua
que escapaba por paso de tiempo. Hac?a posible la
determinaci?n de distancias entre dos estrellas en t?rminos de
tiempo.
La segunda columna de distancias
estaba en t?rminos de grados del arco de los cielos. El d?a
total (d?a y noche) se divid?a en doce horas. El arco de los
cielos comprend?a un c?rculo total de 360 grados. As? pues, un
beru u ?hora doble? representaba 30 grados del arco de los
cielos. Con este m?todo, el paso del tiempo en la Tierra
proporcionaba una medida de las distancias en grados entre los
cuerpos celestes nombrados.
El tercer m?todo de medida era el
beru ina shame (?longitud en los cielos?). F.
Thureau-Dangin (Distances entre Etoiles Fixes)
se?al? que, mientras los dos primeros m?todos estaban
relacionados con otro fen?meno, el tercer m?todo proporcionaba
medidas absolutas. Un ?beru celeste?, seg?n Thureau-Dangin y
otros, era el equivalente a 10.692 metros de nuestros d?as. La
?distancia en los cielos? entre las 26 estrellas se calcul? en
el texto sumando 655.200 ?beru trazados en los
cielos?.
Disponer de tres m?todos diferentes
de medida de distancias entre estrellas indica la gran
importancia que se le daba al tema. Sin embargo, ?qui?n entre
los hombres y las mujeres de Sumer necesitaba este
conocimiento, y qui?n de ellos pudo dise?ar estos m?todos y
utilizarlos de forma tan precisa? La ?nica respuesta posible
es que los nefilim dispon?an de ese conocimiento y precisaban
de tan exactas medidas.
Capaces de hacer viajes espaciales,
despu?s de llegar a la Tierra desde otro planeta, y de
recorrer los cielos de la Tierra, los nefilim eran los ?nicos
que pod?an poseer y, de hecho, pose?an, en los albores de la
civilizaci?n humana, los sofisticados m?todos, las matem?ticas
y los conceptos de una astronom?a avanzada, as? como la
necesidad de ense?ar a los escribas humanos a copiar y
registrar meticulosamente tablas y m?s tablas de distancias en
los cielos, ?rdenes de estrellas y grupos de estrellas, ortos
y ocasos hel?acos, un complejo calendario
solar-lunar-terrestre y el resto de conocimientos notables
tanto del Cielo como de la Tierra.
Ante este panorama, ?se puede creer
a?n que los astr?nomos mesopot?micos, dirigidos por los
nefilim, no supieran de la existencia de planetas m?s all?
Saturno, que no conocieran Urano, Neptuno y Plut?n? ?Acaso sus
conocimientos sobre la misma familia de la Tierra, el sistema
solar, eran menos completos que los de las distantes
estrellas, su orden y sus distancias?
La informaci?n astron?mica de los
tiempos antiguos se conservaba en centenares de textos
detallados, de listas de cuerpos celestes, pulcramente
dispuestas seg?n el orden celeste, o seg?n los dioses, los
meses, las tierras o las constelaciones con las que estaban
relacionados. A uno de estos textos, analizado por Ernst F.
Weidner (Hand-buch der Babylonischen Astronomie),
se le ha llegado a llamar ?La Gran Lista de Estrellas?. En ?l,
se hace una relaci?n en cinco columnas de decenas de cuerpos
celestes en funci?n de sus relaciones mutuas, de los meses, de
los pa?ses y deidades. Otro texto lista correctamente las
principales estrellas de las constelaciones zodiacales. Un
texto indexado como B.M.86378 ordenaba (en su parte no
deteriorada) 71 cuerpos celestes por su situaci?n en los
cielos; y acerca de textos as? podr?amos estar hablando una y
otra y otra y otra vez.
Gran cantidad de expertos se
esforzaron por dar sentido a esta legi?n de textos, y en
particular por identificar correctamente los planetas de
nuestro sistema solar, aunque sus resultados parecen ser
confusos. Como ya sabemos, sus esfuerzos estaban condenados al
fracaso debido a la incorrecta suposici?n de que los sumerios
y sus sucesores no sab?an que el sistema solar era
helioc?ntrico, que la Tierra no era m?s que otro planeta y que
hab?a m?s planetas m?s all? de Saturno.
Al pasar por alto la posibilidad de
que algunos de los nombres de las listas de estrellas se le
pudieran aplicar a la misma Tierra, y al intentar aplicar los
otros muchos nombres y ep?tetos s?lo a los cinco planetas que,
seg?n cre?an, conoc?an los s?menos, los expertos terminaron
llegando a conclusiones conflictivas. Algunos de ellos
llegaron a sugerir que la confusi?n no era suya, sino de los
caldeos -por alg?n motivo desconocido, dicen, los caldeos
intercambiaron los nombres de los cinco planetas
?conocidos?.
Los sumerios se refer?an a todos los
cuerpos celestes (planetas, estrellas o constelaciones) como
MUL (?lo que brilla en las alturas?). "El t?rmino acadio
kakkab fue aplicado tambi?n por babilonios y asirios para
designar a cualquier cuerpo celeste. Esta pr?ctica acab?
frustrando a los expertos que intentaban desentra?ar los
antiguos textos astron?micos. Pero algunos mul a los que se
calificaba de LU.BAD designaban, claramente, a los planetas de
nuestro sistema solar.
Sabiendo que el nombre griego para
los planetas era ?errantes?, los expertos leyeron LU.BAD como
?oveja errante?, a partir de LU (?aquello que se pastorea?) y
BAD (?alto y muy lejos?). Pero, ahora que hemos mostrado que
los sumerios eran plenamente conscientes de la verdadera
naturaleza de nuestro sistema solar, los otros significados
del t?rmino bad (?lo antiguo?, ?la fundaci?n?, ?aquel donde
est? la muerte?) asumen una importancia directa. ?stos ?ltimos
son ep?tetos adecuados para el Sol, de donde se sigue que, por
lubad , los sumerios no entend?an simplemente ?oveja errante?,
sino ?oveja? pastoreada por el Sol -los planetas de nuestro
Sol.
La situaci?n y las relaciones de los
lubad entre ellos y con el Sol se describ?an en muchos textos
astron?micos mesopot?micos. Hab?a referencias a aquellos
planetas que est?n ?arriba? y a aquellos que est?n ?debajo?, y
Kugler conjetur? acertadamente que el punto de referencia era
la misma Tierra.
Pero, en su mayor parte, los planetas
de los que se hablaba en el entramado de los textos
astron?micos trataban de MUL.MUL -un t?rmino que ten?a a los
expertos en la incertidumbre. En ausencia de una soluci?n
mejor, la mayor?a de los expertos acabaron coincidiendo en que
el t?rmino mulmul identificaba a las Pl?yades, un grupo de
estrellas de la constelaci?n de Tauro, y el ?nico por el que
pasaba el eje del equinoccio de primavera (tal como se ve?a
desde Babilonia) en los alrededores del 2200 a.C. Los textos
mesopot?micos sol?an indicar que el mulmul estaba compuesto
por siete LU.MASH (siete ?errantes que son familiares?), y los
expertos asumieron que se trataba de los miembros m?s
brillantes de las Pl?yades, que se pueden ver con el ojo
desnudo. El hecho de que, en funci?n de la clasificaci?n, el
grupo tenga bien seis bien nueve de tales estrellas, y no
siete, planteaba un problema; pero se dej? de lado por falta
de una idea mejor sobre el significado de mulmul.
Franz Kugler (Sternkunde
und Sterndienst in Babel) acept? a rega?adientes las
Pl?yades como soluci?n, pero expres? su asombro cuando
descubri? que en los textos mesopot?micos se afirmaba, sin
ning?n tipo de ambig?edad, que mulmul inclu?a no s?lo a los
?errantes? (planetas) sino tambi?n al Sol y a la Luna, con lo
que la idea de las Pl?yades se hac?a insostenible. Kugler
tambi?n se encontr? con textos que afirmaban claramente que
?mulmul ul-shu 12? {?mulmul es un grupo de doce?), de los
cuales diez formaban un grupo diferenciado.
Sugerimos que el t?rmino mulmul se
refer?a al sistema solar, utilizando la repetici?n (MUL.MUL)
para indicar el grupo como una totalidad, como ?el cuerpo
celeste que comprende todos los cuerpos celestes?.
Charles Virolleaud
(L'Astrologie Chald?enne), transliter? un texto
mesopot?mico (K.3558) que describe a los miembros del grupo
mulmul o kakkabu/kakkabu . La ?ltima l?nea del texto es
expl?cita:
Kakkabu / kakkabu. El n?mero de
sus cuerpos celestes es doce. Las estaciones de sus
cuerpos celestes doce. Los meses completos de la Luna
es doce.
Los textos no dejan lugar a dudas: el
mulmul -nuestro sistema solar- estaba compuesto por doce
miembros. Quiz?s no deber?a de sorprendernos, pues el erudito
griego Diodoro, al explicar los tres ?caminos? de los caldeos
y el consiguiente listado de 36 cuerpos celestes, afirmaba que
?de aquellos dioses celestes, doce poseen autoridad principal;
a cada uno de ?stos, los caldeos les asignan un mes y un signo
del zodiaco?.
Ernst Weidner (Der
Tierkreis und die Wege am Himmel) inform? que, junto con
el Camino de Anu y sus doce constelaciones zodiacales, algunos
textos se refer?an tambi?n al ?camino del Sol?, que estaba
compuesto tambi?n por doce cuerpos celestes: el Sol, la Luna,
y diez m?s. La l?nea 20 de la llamada tablilla TE dice:
?naphar 12 shere-mesh ha.la sha kakkab.lu sha Sin u Shamash
ina libbi ittiqu?, que significa, ?todo en todo, 12 miembros
adonde la Luna y el Sol pertenecen, donde orbitan los
planetas?.
Ahora podemos comprender la
importancia del n?mero doce en el mundo antiguo. El Gran
C?rculo de dioses sumerios, y, por tanto, de los dioses
ol?mpicos, estaba compuesto exactamente por doce miembros; los
dioses m?s j?venes s?lo pod?an entrar en este c?rculo si se
retiraban los dioses m?s viejos. Del mismo modo, cualquier
puesto libre se ten?a que ocupar para mantener el n?mero
divino de doce. El principal c?rculo celeste, el camino del
Sol con sus doce miembros, establec?a el modelo seg?n el cual
cualquier otra franja celeste se divid?a en doce segmentos o
se le asignaban doce cuerpos celestes de importancia. Por
consiguiente, el a?o ten?a doce meses y el d?a ten?a doce
horas dobles. A cada divisi?n de Sumer se le asignaban doce
cuerpos celestes como medida de buena suerte.
Muchos estudios, como el de S.
Langdon (Babylonian Menolo-gies and the Semitic
Calendar), muestran que la divisi?n del a?o en doce meses
estaba relacionada, desde sus comienzos, con los doce Grandes
Dioses. Fritz Hommel (Die Astronomie der alten
Chaldaer) y otros despu?s de ?l demostraron que los doce
meses estaban estrechamente conectados con los doce signos
zodiacales, y que ambos se derivaban de los doce cuerpos
celestes principales. Charles F. Jean (Lexicologie
sumerienne) reprodujo una lista sumeria de 24 cuerpos
celestes que emparejaban a las doce constelaciones zodiacales
con los doce miembros del sistema solar.
En un largo texto, identificado por
F. Thureau-Dangin (Rituels accadiens) como el
programa del templo para la Festividad de A?o Nuevo en
Babilonia, las evidencias para la consagraci?n del doce como
fen?meno celeste central son persuasivas. El gran templo, el
Esagila, ten?a doce puertas. Marduk se revest?a de los poderes
de todos los dioses celestes al recitarse doce veces la
declaraci?n ?Mi Se?or, no es ?l mi Se?or?. Despu?s, se
invocaba la misericordia del dios doce veces, y la de su
esposa doce veces. El total de 24 se emparejaba entonces con
las doce constelaciones del zodiaco y los doce miembros del
sistema solar.
En un moj?n de piedra, tallado por un
rey de Susa con los s?mbolos de los cuerpos celestes, se
representan estos 24 signos: los doce signos familiares del
zodiaco, y los s?mbolos que representan a los doce miembros
del sistema solar. Estos eran los doce dioses astrales de
Mesopotamia, as? como de los hurritas, los hititas, los
griegos y todos los dem?s panteones de la antig?edad.
(Fig.
98)
Aunque nuestra base de c?lculo natural es
el n?mero diez, el n?mero doce se impregn? en todos los temas
celestes y divinos mucho antes de que los sumerios
desaparecieran. Hubo doce Titanes griegos, doce Tribus de
Israel, doce partes en el m?gico pectoral del Sumo Sacerdote
de Israel. El poder de este doce celeste se transmiti? a los
doce Ap?stoles de Jes?s, e incluso en nuestro sistema decimal
contamos del uno al doce, y s?lo tras el doce volvemos al
?diez y tres? (thirteen), ?diez y cuatro?, etc.
?De d?nde surgi?, pues, este poderoso
y decisivo n?mero doce? De los cielos.
Pues el sistema solar -el mulmul-
inclu?a tambi?n, adem?s de todos los planetas que conocemos,
el planeta de Anu, aquel cuyo s?mbolo -un cuerpo celeste
radiante- representaba en la escritura sumeria al dios Anu y a
lo ?divino?. ?El kakkab del Cetro Supremo es una de las ovejas
en mulmul?, explicaba un texto astron?mico. Y, cuando Marduk
usurp? la supremac?a y sustituy? a Anu como el dios asociado a
este planeta, los babilonios dijeron: ?El planeta de Marduk
dentro de mulmul aparece?.
Al ense?arle a la
humanidad la verdadera naturaleza de la Tierra y los cielos,
los nefilim no s?lo informaron a los antiguos
sacerdotes-astr?nomos de la existencia de los planetas m?s
all? de Saturno, sino tambi?n de la existencia del planeta m?s
importante, aquel del cual vinieron: EL DUOD?CIMO PLANETA.
Si deseas
ver las im?genes de este texto me lo dices y te las hago
llegar. Un saludo. Santiago
Dos libros de Zecharia Sitchin en la
secci?n "Biblioteca" de la Web de Conciencia Planetaria:
www.concienciaplanetaria.es
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